ESPIRITUALIDAD EUCARÍSTICA
R.P.Brian Moore
ÍNDICE
1. Naturaleza y fundamento de esta devoción
2. Ventajas
3. Fin de la institución del Santísimo Sacramento
4. Jesús Eucaristía y nuestra santificación
5. Vida de oración y Eucaristía
6. Nuestra Señora del Santísimo Sacramento
7. El Santísimo Sacramento en la vida del santo
1. Naturaleza y fundamento de esta devoción
1. Cuando hablamos de "espiritualidad eucarística" nos referimos a la modalidad específica de vivir el cristianismo teniendo como centro la Santa Eucaristía. La Santa Eucaristía como sacrificio y como sacramento. Y en este último sentido podemos considerar la santa comunión, y la presencia real en nuestros tabernáculos. En este artículo queremos hablar, sobre todo, de este último aspecto del misterio eucarístico. Y no conocemos a nadie que haya hablado de manera más bella y profunda sobre la presencia real que San Pedro Julián de Eymard.[1]
2. El santo dirige su piedad eucarística a los tres aspectos del misterio: sacrificio, comunión, presencia permanente.
El Código de Derecho Canónico decía: "En la Santísima Eucaristía, bajo las especies de pan y vino, está contenido, se ofrece y consume el mismo Jesucristo Nuestro Señor".[2]
En la jerarquía teórica y práctica de los actos eucarísticos, la Misa y la comunión ocuparán el primer lugar. Él insiste en verdad, de una manera especial, en el culto debido a la Presencia Real. Pero subordina, hace depender esta forma de culto de los dos grandes actos de la devoción eucarística. (Nuñez, p.130)
Esta jerarquía en la devoción a la Eucaristía está dada por el origen, por la naturaleza, y por los efectos de la materia considerada:
a- Origen: lo que es de institución divina es superior a lo que es de institución eclesiástica; y lo que procede de ésta última, superior a lo que es de devoción popular. Según esto la Misa y la Comunión deben tener el primer lugar en nuestra vida espiritual.
b- La naturaleza o valor intrínseco: la adoración de Cristo en la Misa es superior a la adoración privada.
c- En cuanto a la obtención de gracias (efecto): la Santa Misa ocupa el primer lugar; en cuanto a la distribución: la comunión. Aunque lo normal es que Misa y comunión vayan juntas.
Se puede decir que no es que se reserve el Santísimo Sacramento para adorarlo, sino que dado que se lo reserva (para poder administrar la comunión), se lo adora.
3. El santo utiliza frecuentemente la expresión "Persona Divina" para referirse a Nuestro Señor presente en la Eucaristía. Y ello es correcto desde el punto de vista teológico, ya que sabemos que no hay en Él persona humana. Lo que señala así el santo es el misterio del Dios escondido, anonadado. Dice Santo Tomás: "La Eucaristía contiene algo absolutamente sagrado: a Cristo mismo"[3].
El P.Tesniére en su deposición en el Proceso informativo, resumió la doctrina del santo sobre este punto: "Antes que nada y por sobre todo, él (P.Eymard) creía y enseñaba que la Eucaristía no es ni una abstracción, ni un recuerdo, ni una gracia, ni una cosa creada, por más santa, preciosa o venerable que sea; sino que es la Persona adorable de Jesucristo mismo, según el decir del Concilio de Trento "et proinde Christum totum", que es Cristo en otro estado que el de su vida terrenal o su vida gloriosa, pero el mismo Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre; personal, amante, operante "Christus aliter sed non alius"; y que en cualquier fase de su vida sacramental que se lo considere: en el altar, en la santa mesa, o en el tabernáculo, es siempre Cristo persona quien es sacerdote y víctima del sacrificio, el alimento de la comunión, el jefe de la Iglesia, el guía, el protector y el amigo del hombre, con su presencia permanente en el tabernáculo.
Pero al mismo tiempo, ese Cristo personal de la Eucaristía, es el Cristo que ha llegado al apogeo de su gloria y de su poder en el cielo, y que, si bien se anonada para hacerse víctima, alimento y compañero del hombre, ya no puede sufrir y no debe ser humillado, sino por el contrario, debe ser exaltado y reinar sobre la tierra, como reina sobre el cielo. Si Él vuelve a descender a la tierra para procurar nuestro bien, viene también para reivindicar los homenajes, deberes, honores, las compensaciones debidas a su humildad victoriosa de la muerte.
Esta idea del Cristo personal de la Eucaristía, Dios, hombre, rey, preside su doctrina. Vuelve a ella continuamente, es la piedra fundamental de su edificio; y es para servirle, ofrecerle todos los días los servicios que merece y exige esta adorable Persona del Cristo-Eucarístico, para reconocer sus derechos como para secundar su acción en el mundo, que él funda su instituto".[4]
2. Ventajas de esta devoción
1. Existe un peligro habitual en la vida espiritual, y es el de la dispersión. Siempre lo hubo y tal vez en nuestros tiempos más, por el modo de vida que llevamos. Todo lo queremos saber, ver y tocar. Y no somos capaces de detenernos a leer un texto pausadamente por que nos fatiga.
En la vida espiritual nos sucede que nos recargamos de prácticas de piedad, de devocioncillas, y el espíritu se dispersa. E incluso perdemos la paz porque nos habíamos propuesto hacer tal o cual novena, tal o cual práctica de piedad, y no la hicimos...
2. Otra dificultad en la vida de oración es la de saber cuál debe ser el misterio de la vida de Nuestro Señor al cual debo prestar más atención, cuál debe ser la materia de mis meditaciones, el objeto de mis afectos. Pues bien, para evitar esos escollos, debemos buscar un centro en el cual converjan todas las fuerzas del espíritu. Un objeto de nuestra devoción que encierre toda otra devoción. Ese objeto debe ser, a nuestro entender, la Santísima Eucaristía, el Tabernáculo.
"Nuestra devoción -dice San Pedro Julián- debe ser robusta y compacta y tender a un objeto único. ¿Por qué muchas almas piadosas no llegan a una santidad notable? Porque dividen su atención en muchas devociones. Su alma piadosa no encuentra alimento suficiente para conservar la piedad y hacerla progresar. No saben formarse un cuerpo de doctrina".[5]
3. Jesús Eucaristía debe ser el móvil de todas nuestras acciones, el objeto de nuestros pensamientos y afecciones. Cuando alguien de temple se propone llegar a ocupar un cargo, todos sus trabajos, todos sus desvelos, están orientados a conseguirlo; podrá pasar mucho tiempo, incluso años, pero él se dice: "No pararé hasta conseguirlo". Lo mismo alguien que se ha propuesto amasar fortuna. O el hombre que quiere conquistar a una mujer. Jacob sirvió 14 años para ganar a Raquel (Gen.29, 20).
Dice San Pedro Julián: "El hombre que no tenga alguna pasión no llega a nada; su vida no tiene objeto, es una vida inútil". Y por eso nos propone: "Amad la Eucaristía con un amor apasionado". [6]
Y ¿cómo apasionarse? Por la consideración frecuente, habitual de la presencia real eucarística: "Tu espíritu se quedará clavado en Nuestro Señor y tu inteligencia y tus pensamientos lo buscarán y querrán estudiarle; desearán entonces profundizar más y más las razones de su amor, a lo que sobrevendrá la admiración y el arrobamiento y se escarparán de tu corazón estas palabras: '¿Cómo responderé a tanto amor?'"
4. ¿Es mucho el amor que Cristo nos tuvo al instituir la Eucaristía? San Juan nos dice en su Evangelio que nos amó en exceso 'usque ad finem'. Para poder siquiera vislumbrar algo del amor del Sagrado Corazón, basta con pensar en los sacrificios que le costó: "Contempladle en su estado sacramental. Para llegar a nosotros de esta manera, ¡cuántos sacrificios ha tenido que imponerse desde le cenáculo!; ¡qué combates ha tenido que sostener contra las exigencias de su propia gloria sacrificando su libertad, su cuerpo, su persona, y rebajándose hasta el límite de la nada, sin condiciones de tiempo ni lugar, abandonándose así al amor como al odio de sus enemigos sin otra defensa que su propio amor!"
Para poder quedarse con nosotros Jesús tuvo que ocultar su gloria para no cegar a los hombres. Aparecer como algo inerte, encadenado a las especies eucarísticas, y por lo tanto a la voluntad humana. En la Eucaristía ni siquiera podemos contemplar la belleza inefable del Hombre Dios.
Se expuso a la incredulidad, al sacrilegio, a la ingratitud.
- Incredulidad de los paganos, protestantes, etc.; incredulidad indiferente, incredulidad burlona...
- Sacrilegio: ultrajes directos contra la Santa Hostia; comuniones en pecado mortal
- Ingratitud de sus hijos. El olvido en que lo tienen los cristianos es lo que más le duele. Sí, nuestra propia ingratitud.
"¡Cuántas razones lo disuadían de la obra que proyectaba! Pero la que más fuerza le hacía sin duda alguna, era nuestra ingratitud. ¡Qué vergüenza para su gloria tener que vivir entre los suyos como un extraño y un desconocido...!" "Ah!, en el día del Juicio no serán nuestros pecados los que nos causarán mayor espanto ni lo que más nos echará en cara porque los pecados se nos habrán perdonado para no recordarlos más. Sino que N.S.J.C. nos echará en cara el no haber correspondido a su amor."[7]
Y este amor de Jesús, que llega hasta tal extremo, hace proferir a nuestro santo en estas audaces palabras:
"Digámoslo sin rebozo: si Jesucristo no pudiera permanecer entre nosotros al mismo tiempo que entre los bienaventurados, preferiría quedarse con nosotros antes que subir al cielo sin nosotros. Está fuera de duda, como muy bien lo tiene demostrado, que prefiere el último de sus pobres redimidos a todos los esplendores de su gloria, y que son sus delicias estar con los hijos de los hombres".[8]
Y en otro lugar: "Nuestro Señor tiene corazón de madre, y antes hubiera dejado a los ángeles que a nosotros".[9]
3. Fin de la institución del Santísimo Sacramento
Al instituir la Eucaristía Jesús pensaba en: 1. su Padre; 2. en sí mismo; 3. en su Esposa; 4. en cada uno de nosotros
1. En su Padre
"La gloria de Dios: eso es lo que Jesucristo procuró mientras vivió en la tierra; y eso es lo que, en el augusto Sacramento, constituye el fin principal de todos sus deseos. Puede decirse que Jesucristo tomó el estado sacramental para seguir honrando y glorificando a su Padre".[10]
"Jesús por su estado sacramental rinde homenaje a su Padre de manera tan nueva y sublime que nunca jamás recibió otro igual de criatura alguna, ni aun pudo hasta cierto punto recibirlo tan grande del mismo Redentor aquí en la tierra. ¿En qué consiste este homenaje extraordinario? En que el rey de la gloria, revestido en el cielo de la infinita majestad y poder de Dios, inmola exteriormente en el Santísimo Sacramento, no solamente su gloria divina, como en la Encarnación, sino también su gloria humana y las cualidades gloriosas de su cuerpo resucitado.
No pudiendo honrar a su Padre, en el cielo, con el sacrificio de su gloria, Jesucristo desciende a la tierra y se encarna de nuevo sobre el altar; el Padre puede contemplarle todavía tan pobre como en Belén; aunque continúe siendo rey de cielo y tierra; tan humilde y obediente como en Nazareth; puede verle sujeto no solo a la ignominia de la cruz, sino a la más infamante de las comuniones sacrílegas y sometido a la voluntad de sus amigos profanadores..."[11]
2. En Sí mismo
Como una necesidad de su Corazón.
a- Porque era nuestro hermano: y es propio de los hermanos, como de los amigos, el querer verse, hablarse, pedirse consejo, contarse sus penas con toda simpleza...
"La Eucaristía pasa el rasero sobre todos los hombres y engendra la verdadera igualdad; fuera y aun dentro del templo hay dignidades; más en la mesa de Jesús, nuestro hermano mayor, todos somos hermanos"
b- Por ser nuestro Salvador: tanto le hemos costado que no podía dejarnos; y de nuestra parte, nos permite saldar nuestra deuda de gratitud. Honrando a Jesús en la Eucaristía, honramos a nuestro Salvador que que nos libró de las garras del demonio.
"No deja uno abandonados a aquellos a quienes ha salvado. Una vez expuesta la vida por ellos, se los ama como la propia vida, en lo cual el corazón experimenta una dicha indescriptible"
c- Por ser nuestro Mediador: "Jesucristo, quiere vivir entre nosotros y atestiguarnos en la Eucaristía su ardiente caridad, porque ve el amor infinito de su Padre celestial hacia los hombres y siente necesidad de pagarle por nosotros la deuda de amor que hemos contraído con Él".[12]
3. En su Esposa
"Jesús se quedó en la Iglesia para ser su vida, su fuerza y su gloria".
a- Su vida: Si Jesucristo hubiese dejado a la Iglesia depositaria de su verdad y sus gracias para luego irse al cielo, la Iglesia hubiese sido aquí en la tierra como una esposa enlutada que llorase inconsolable hasta hallarse en la presencia de su divino esposo. Si Cristo no se hubiese hecho Eucaristía, el culto de la Iglesia sería algo frío, inerte, vacío, como lo es el de los protestantes.
b- Su fuerza: "Por la Eucaristía la Iglesia es poderosa y fecunda". Toda la vitalidad misionera de la Iglesia se halla encerrada en el sagrario. El demonio teme a un sagrario más que a mil exorcismos.
La Santa Madre Iglesia tiene en la Eucaristía el medio de cumplir sus cargas respecto a sus hijos. "Es preciso alimentarlos y educarlos. En ellos se ha depositado un germen divino; pero hay que fomentar el desarrollo de este germen y hacer que crezca, y la Eucaristía es el medio de que se vale la Iglesia para formar a Jesucristo en sus hijos. La Eucaristía es el pan vivo que sustenta en éstos la vida sobrenatural".[13]
c- Su gloria: porque Jesucristo es rey, y la gloria del rey redunda en su esposa.
"El reino de la Eucaristía es el reinado de la Iglesia, y allí donde la Eucaristía es olvidada, la Iglesia no tiene sino hijos infieles cuya ruina no tardará en llorar".[14]
4. En cada uno de nosotros
En la necesidad que tenemos de su presencia, de que sea nuestro sostén, de poder recostar nuestra cabeza sobre su pecho. Jesús Eucaristía nos hace llevaderas todas las cruces de nuestra vida. Sin esa presencia palpable, aunque misteriosa, de nuestro Amigo, todo se hace cuesta arriba, y la vida de oración tediosa e insípida. "La razón por que hay tantas almas piadosas tristes y desanimadas en el ejercicio de las virtudes está en que se encierran en sacrificios, perdiendo la libertad de la santa dilección".[15]
Sí; Jesús pensó en mí al instituir la Eucaristía "el amor es el motivo determinante de la institución de la Eucaristía"[16]
Y el amor implica:
a- Sociedad de vida: la convivencia, es decir, que hace falta que el amado vea a su amada; el amigo a su amigo; pueda conversar con él, para que la distancia no produzca el enfriamiento de la relación.
No bastaba que Nuestro Señor pasara por la tierra, nos dejara su Palabra, nos dejara sus sacramentos; necesitábamos al Autor de los sacramentos; necesitábamos que Él estuviera entre nosotros; que nos hablara corazón a corazón.
b- Comunidad de bienes: nosotros lo único que podemos dar a Jesús son nuestras miserias...darle nuestro corazón en la santa comunión. Él no solo nos comunica sus merecimientos, sus gracias, su misma gloria... ¡se da Él mismo!
c- Unión consumada: unión perfecta de voluntades, de afectos, de sentimientos; esto se da especialmente cuando recibimos a Nuestro Señor en la santa comunión.
4. Jesús Eucaristía y nuestra santificación
Jesús es en la Eucaristía, causa ejemplar y causa eficiente de nuestra santificación.
Es causa ejemplar porque "reproduce y glorifica en ella todos los misterios y todas las virtudes de su vida mortal...la Santísima Eucaristía es Jesucristo con su pasado, presente y futuro..."[17]
"El amor que aquí tenemos es una amor actual, puesto que se dirige a Jesús vivo, presente y renovador en la Eucaristía de todos los misterios de su vida. Quien medite esos misterios en sí mismos, sin darle vida, relacionándolos con la Eucaristía, notará en su corazón, a pesar suyo, un gran vacío y sentirá cierta pena. ¡Quien los hubiera podido presenciar!, exclamará. Pero en presencia de Jesús sacramentado, ¿qué podemos echar de menos? ¿Qué más podemos desear? Todos sus misterios recobran nueva vida en el Salvador allí presente. Nuestro corazón experimenta las satisfacciones de un gozo actual. Sea que pensemos en su vida mortal o en su vida gloriosa, sabemos que Jesucristo está aquí con su cuerpo, alma y divinidad"[18] Para quien sabe mirar con los ojos del alma, a la luz de la fe, el tabernáculo es el purísimo vientre de María en la santísima Encarnación; la pobre y oscura gruta de Belén; el pacífico hogar de Nazareth; es Cafarnaum y Betania; es la dura roca del sepulcro y es el cielo de su gloria. De allí que sea para nosotros escuela de virtud. Jesucristo no practica ya las virtudes de humildad, pobreza, paciencia, porque reina inmutablemente glorioso en el Cielo, pero ha querido manifestar esas virtudes por su estado eucarístico.
"Que todo el estudio de nuestro espíritu consista en contemplar la Eucaristía, buscando en ella la norma de conducta que hemos de seguir en todas las circunstancias de la vida cristiana. En esto consiste y por este medio se conserva la vida de unión con Jesús sacramentado. De este modo llegaremos a ser eucarísticos aquí en nuestra vida y nos santificaremos según la gracia de la Eucaristía". [19]
La humildad de Jesús en la Eucaristía
Vamos a hablar solamente de una de las virtudes que nos enseña Jesús en su estado eucarístico: la santa humildad. La humildad por ser conditio sine qua non para comenzar y avanzar en el camino de perfección; porque "en el Santísimo Sacramento lo que salta a los ojos, lo que predomina sobre todo lo demás es el estado de anonadamiento". Se habla de anonadamiento porque el estado eucarístico es para Jesús un límite con la nada. En efecto, el Verbo de Dios se hace hombre, y ya en ese momento debe saltar la distancia infinita que hay entre el Creador y la creatura. Pero no sólo se hace hombre, sino que vive como el más simple de entre los hombres, y muere como el más criminal de entre ellos. Y cuando ya no parecía haber otro escalón que descender, la omnipotencia de Dios encuentra el medio de llegar al extremo de las locuras del amor: el hombre se hace materia inerte. Comprendamos bien: Jesucristo no pierde su estado glorioso, pero asume frente a nosotros este ropaje pobre y simple que son las especies eucarísticas.
En la Eucaristía el Verbo de Dios se hace silencio; la Vida del mundo, materia inerte; la Belleza que contemplan los elegidos, asume el descolorido de una hostia...
"Toda alma eucarística necesariamente tiene que llegar a ser humilde: la proximidad y el vivir habitualmente con Jesús sacramentado nos ha de hacer de tal condición que no pensemos ni obremos sino bajo la influencia de esta divinidad abatida..."[20]
San Pedro Julián nos advierte contra un concepto erróneo acerca de la humildad. Humildad no es solamente rebajarse, sentirse una nada al contemplar nuestros pecados. Humildad es también reconocer las virtudes, los dones que tenemos, pero evidentemente no como algo propio, no como obra de nuestras manos, sino como obra de Dios en nosotros, como don libérrimo de Dios. Así la Santísima Virgen, que no tuvo, que ni cometió un solo pecado, podía humillarse frente a la Bondad de Dios, cantando su Magnificat. Dice San Pedro Julián que las gracias que recibimos deber ser escalones de nuestra humildad.
Santificarse en la humildad: Cristo glorifica en el silencio del sagrario, sin moverse, sin agitarse. Nosotros debemos rezar aunque nadie nos vea; debemos cumplir nuestro deber de estado, sin ayes inútiles. El tener que hacer todos los días las mismas cosas, tiene algo de crucificante que solo Dios conoce. Para la gente que nos vea trabajar nada habrá cambiado. Pero si nosotros hacemos todo en unión con Jesús, lo ordinario pasará a ser extraordinario. El incrédulo no ve en la hostia más que un poco de pan; sin embargo...
Esta humildad será la mejor manera de atraer a la gente, y de hacer apostolado. Cristo oculta su gloria, sus grandezas, su santidad para que el hombre no tema acercarse a Él. Así lo afirma varias veces nuestro santo.
"Ese estado de Jesús (el de anonadamiento) anima y alienta nuestra debilidad. Por estar velado, podemos acercarnos a Él, hablarle y contemplarle sin temor; mientras que si apareciesen los resplandores de su gloria, nadie osaría hablar a Jesús..."[21]
"Sí; si Jesucristo se dejase ver de nosotros nos sentiríamos desgraciados; el contraste de sus virtudes y su gloria con nuestra suma imperfección nos humillaría sobremanera" [22]
Muchas almas generosas, por un celo intempestivo, en el que late un fondo de orgullo, quiebran la caña que aun podría crecer y apagan la llamita que todavía humeaba...
Por eso, imitando a Jesús eucaristía, desdibujemos nuestras facciones, nuestro yo, nuestra personita, para que Dios actúe a través de nosotros (como Dios se vale de un simple pan para darnos a su Hijo).
5. Vida de oración y Eucaristía
1. En el templo
A- Reverencia exterior: el santo que nos invita continuamente, a lo largo de sus escritos, a la intimidad con Jesús sacramentado como con un amigo, nos advierte que no por eso debemos olvidar que es nuestro Dios. Y el sentimiento de la grandeza de la majestad divina, debe exteriorizarse.
"...A Nuestro Señor le debemos respeto; es nuestra primera obligación; y este respeto debe ser espontáneo, no razonado, respeto instintivo que salga del corazón, y si no, señal que nos falta algún sentido" "En su nombre se dobla toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los infiernos. En el cielo se prosternan los ángeles ante su majestad divina y le adoran temblorosos... En la tierra todas las criaturas obedecen a Nuestro Señor; el mar se humilló bajo sus pies y le adoró. El sol y los demás astros mostraron a su manera su sentimiento y le honraron cuando los hombres le maldecían. Y en los infiernos, los condenados tiemblan bajo la justicia del severo juez de vivos y muertos". [23]
Debemos pues tener respeto sumo el Rey de reyes, y manifestar ese respeto en nuestro porte exterior.
"Debemos a Nuestro Señor Jesucristo el respeto exterior, es decir, la oración del cuerpo: nada contribuye como esto a que el alma haga bien la oración. Ved con qué religioso celo ha prescrito la Iglesia hasta los más insignificantes detalles del culto externo. Es que esa oración es muy gloriosa para Nuestro Señor Jesucristo. Él mismo nos dio ejemplo orando de rodillas y, según la tradición, con los brazos extendidos y levantados al cielo. Los apóstoles nos transmitieron este modo de orar y los sacerdotes lo emplean en el Santo Sacrificio.
¿Es que nuestro cuerpo, que recibe de Dios la vida y todos los demás beneficios que continuamente está disfrutando nada debe a su Señor? Es necesario que él también ore obligándose a tomar una postura respetuosa. La negligencia en cuanto a la disposición del cuerpo debilita la disposición del alma, mientras que una postura mortificante la fortifica y ayuda; no debéis adoptar una actitud que, por lo incómoda, os haga sufrir demasiado, pero sí una que sea realmente seria. No os permitáis nunca en la presencia de Nuestro Señor posturas familiares, porque ayudan al menosprecio. Amad, sed tiernos y afectuosos; pero nunca os permitáis ciertas familiaridades. Las arideces y la poca devoción en nuestras oraciones provienen de ordinario de la irreverencia con que solemos presentarnos delante de Dios..."[24]
Recordemos cómo el ángel de Fátima enseñó a los niños a rezar, postrándose por tierra. Nos dice Lucía respecto a la primera aparición, que el ángel "arrodillándose sobre la tierra, inclinó su frente hasta tocar el suelo". Y que ella con Francisco y Jacinta, imitaron el gesto "empujados por un movimiento sobrenatural".
B- Cómo orar
Dado que los padres sacramentinos tenían adoración perpetua, el santo supone en sus consideraciones que el Santísimo está expuesto. Pero nosotros podemos aplicar sus palabras, sin ninguna dificultad, a nuestra oración frente al sagrario.
a)- Al comenzar la oración:
· Al entrar a la iglesia hay que decir con San Bernardo a nuestras ocupaciones y preocupaciones: "Quedaos a la puerta, pues tengo necesidad de acercarme a Dios para confortar mi espíritu"
· Fijar la vista inmediatamente en el sagrario, y que nuestro espíritu vuele y lo penetre con los ojos de la fe; no nos debe importar quién está en el templo, que hacen a mi alrededor, etc.
· Permanecer unos minutos en silencio: "El silencio es la mayor demostración del respeto que se tiene, y éste la primera disposición para esa oración"[25]
b)- La oración propiamente dicha:
· Si llevamos un libro, no lo abramos enseguida, sino hablemos con Jesús como se habla con un amigo.
"Tened en cuenta que el Maestro prefiere la pobreza de nuestro corazón a los más sublimes pensamientos y afectos que os puedan prestar otros".
El libro vendrá en nuestra ayuda cuando estemos fatigados o cuando la imaginación vuele sin ton ni son.[26]
· "Comenzad todas vuestras adoraciones (visitas) por un acto de amor"
"Muchas veces os detenéis en el camino porque empezáis por vosotros mismos..." No hay que angostar el corazón con el recuento de nuestras miserias, sino expandirlo con las innumerables misericordias de Dios.
Hablemos a Jesús del amor eterno de su Padre; al Padre de los sacrificios de su Hijo... Hablemos a Jesús de su Madre, de las ternuras del Corazón Inmaculado; hablemos al Salvador de sus redimidos; de cuánto amor nos tiene...
· Tomemos como guía de nuestra oración los cuatro fines del culto. Y así:
- Adoremos a Jesús: en unión con María y José; con los ángeles, especialmente con nuestro ángel de la guarda; con los santos del cielo y los de la tierra…
- Demos gracias: “La gratitud es el acto de amor más dulce al corazón y más agradable a Dios”
Un alma eucarística no debe nunca olvidarse de dar gracias por la institución del Sacramento del amor. Dar gracias al Padre eterno por habernos dado a su Hijo, y ello por medio de su Hijo mismo. Recordemos que Eucaristía significa “acción de gracias”.
- Pidamos perdón: por nuestros pecados y por los de los demás. Pidamos perdón por nuestra frialdad, nuestra indiferencia respecto de la presencia real… “Yo creo Señor, adoro, espero y Os amo; y Os pido perdón por los que no creen, no esperan ni Os aman” (Fátima)
- Pidamos gracias: “Puede decirse que toda la fuerza y eficacia de la oración eucarística está en la impetración”
Se trata de pedir lo que el Padrenuestro nos enseña a pedir, es decir, por sobre todo, gracias espirituales. Y no sólo para nosotros, sino también por los demás. “No todos pueden predicar a Jesucristo con la palabra, ni trabajar directamente por la conversión de los pecadores y santificación de las almas; pero sí pueden todos los adoradores desempeñar… la misión apostólica de la oración…” [27]
Debemos pedir con confianza porque nuestro Mediador es Omnipotente. Podemos decir al Padre Celestial: “Dadme las gracias que necesito, cuyo precio satisfaré eternamente; sí Señor, os pagaré con Jesús sacramentado, pertenencia mía, propiedad mía, que se ha entregado a mí para que pueda negociar con Vos todo lo necesario. Todas vuestras gracias, vuestra misma gloria son inferiores, ¡oh Padre eterno!, al precio que por ellas doy”. [28]
“Por muchos y excelentes que sean los dones que Dios nos concede, siempre le podemos considerar como deudor nuestro, puesto que podemos retribuirle con Jesús que es de valor infinitamente superior a todos los beneficios divinos, incluso el mismo cielo”.
2. Fuera del templo
Para ser un alma eucarística no basta adorar a Nuestro Señor presente en el tabernáculo, solamente cuando estamos en la iglesia. De hecho no es mucho el tiempo que podemos pasar frente al tabernáculo porque debemos cumplir con nuestro deber de estado. Pero podemos adorar “en espíritu y verdad” al Santísimo sacramento, aun cuando estemos muy ocupados y muy distantes físicamente del templo. En efecto, dice nuestro santo: “Si por vuestros achaques, enfermedad o por otra causa cualquiera os encontráis imposibilitados de hacer vuestra adoración, dejad que el corazón se contriste un instante y volad con el pensamiento al lado de Jesús, uniéndoos espiritualmente a los que le adoran en esos momentos. Durante vuestros viajes, cuando estéis ocupados en trabajos o postrados en el lecho del dolor, procurad guardar mayor recogimiento y conseguiréis el mismo fruto que si hubieseis podido ir a postraros a los pies del buen Maestro”[29]
“Yo haría adoración y mi visita; pero no puedo ir a la iglesia durante el día”. Que no sea un obstáculo, porque Nuestro Señor os ve aun en vuestra casa y os oye desde su tabernáculo. Él nos ve desde el cielo…¿Por qué no habría de vernos desde la santa Hostia? Adoradle donde quiera os halléis; haréis una buena adoración de amor, y el Señor comprenderá vuestro deseo”.[30]
Para confirmar esta práctica basta en pensar en la oración enseñada por el ángel a los pastorcitos de Fátima, y que nosotros podemos decir frecuentemente durante el día: “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo Os adoro profundamente, y Os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Jesucristo, presente en todos los tabernáculos de la tierra…”
6. Nuestra Señora del Santísimo Sacramento
1. Como no podía ser de otra manera, María Santísima siempre tuvo un lugar preponderante en la espiritualidad del santo. Incluso Pedro Julián dice que la Congregación nació por inspiración de Nuestra Señora. En una visita al santuario de Fourviére, el santo tuvo esta inspiración celestial: “Nuestro Señor en su Eucaristía no tiene para glorificar su misterio de amor, ningún cuerpo religioso que haga de Él su fin y le consagre todos sus afanes. Es necesario uno”.
En el primer proyecto de regla que redactó el año 1855 decía: se distinguirán por un amor filial y una tierna piedad para con María, Madre y perfecto modelo de los adoradores de su Divino Hijo… Los religiosos se consagrarán a María, a fin de que bajo su materna dirección… se entreguen generosamente al servicio de Jesús, le rindan homenajes y se conviertan en Jesús, se inspirarán en la vida de María…honrarán especialmente, la vida eucarística de María en el Cenáculo, cuando su delicia y su vida estaban al pie del divino tabernáculo.
2. El título de “Nuestra Señora del Santísimo Sacramento” no lo usó nunca desde el púlpito, sino sólo en grupos restringidos y dirigiéndose a sus discípulos. No porque el santo no estuviera convencido de la legitimidad de dicha invocación, sino por una cuestión de prudencia.[31]
Al parecer, lo utilizó por primera vez en Toulon, el año 1856, en unos ejercicios que predicó a un grupo de damas que se preparaban a formar de parte de la futura Congregación de las Siervas del Santísimo Sacramento. En una de sus notas decía así: “Entregarme a la gloria, al servicio, al amor de Jesús Sacramentado por intermedio de Nuestra Señora del Santísimo Sacramento es entregarme y consagrarme a la obra por excelencia de Jesús y de María; es la mejor parte en la distribución de sus favores, el máximo de honor que pueda yo recibir en este mundo… Hacerme religiosa de Nuestra Señora del Santísimo Sacramento es llegar a ser hija de María, Reina y modelo de las lamas verdaderamente adoradoras”.
Tres meses antes de su muerte predicó a los novicios de Saint-Maurice, al comenzar el mes de María. En esa ocasión dijo: “Pues bien, nosotros honraremos a María bajo la advocación de Nuestra Señora del Santísimo Sacramento. Sí, digamos con amor: Nuestra Señora del Santísimo Sacramento, Madre y modelo de los adoradores, ruega por nosotros que recurrimos a Vos”.
3. Ese título dado por el santo a la Santísima Virgen comprende tres realidades:
3.1. María que proporciona la sustancia de la Eucaristía por medio de la Encarnación
“La Encarnación del Verbo en el seno de María nos anuncia la Eucaristía. Este hermoso sol de las almas, que ha de vivificar y regenerarlas, se levanta en Nazareth y llega al mediodía en la Eucaristía, que será el término del amor de Dios en la tierra. El grano de trigo divino ha sido sembrado en las castas entrañas de María. Germinará y madurará y lo molerán para hacer con él el pan eucarístico”[32]
3.2. María que vive de la Eucaristía y que la adora permanentemente. María ciertamente asistía todos los días a la Misa celebrada por San Juan y comulgaba de sus manos. Luego vivía con la Eucaristía en su pecho como un sol que irradiaba a su ser luz y calor permanentes. Y hablaba con su Jesús como lo había hecho en los nueve meses de dulce espera y en sus años de vida terrestre.
“La ocupación habitual de María consistía en adorar a su divino Hijo debajo de los velos eucarísticos, en ensalzarle por este don supremo de su amor; en unirse con Él en su estado de anonadamiento y sacrificio; en orar por la extensión de su reino y por los hijos que tanto le costaron en el Calvario. Por eso los adoradores deben honrar con un culto especial y hacer que todos honren la vida de adoración de María. Necesitan un modelo y una madre en el ejercicio de su sublime vocación. Pues la Santísima Virgen María es su modelo perfecto. Ella fue en la tierra la primera y la más perfecta adoradora de Jesús, y con sus adoraciones le dio más gloria que la que le puedan dar todos los ángeles y santos juntos”.[33]
3.3. María, Mediadora de todas las gracias, que tiene a su disposición la Eucaristía y las gracias que ella contiene.
7. El Santísimo Sacramento en la vida del santo
“Mi corazón ha amado siempre a Jesús-Hostia; nadie más ha poseído ese corazón”
(Palabras del santo pocos días antes de morir)
7.1. En el Decreto con el que se proclamó la heroicidad de sus virtudes, se lee: “Como relatan las actas jurídicas, aun antes del nacimiento del siervo de Dios se había predicho a los cónyuges Eymard que no tardarían en tener un hijo, quien no sólo proporcionaría singular gloria a su familia, sino que mucho más es, fundaría una familia religiosa, totalmente dedicada y consagrada a promover y dilatar el culto del Santísimo Sacramento. La verdad de este vaticinio quedó admirablemente probada por los acontecimientos que señalaron la primera edad y las varias subsiguientes etapas de la vida de San Pedro Julián Eymard”[34]
7.2. Toda su vida, desde el uso de razón hasta el fin de sus días, giró en torno a la Eucaristía: “En la aurora de mi razón la fe en Dios, en el Santísimo Sacramento impresionaba dulcemente, fuertemente mi alma”.
En la parroquia en que vivía el santo existía la costumbre de impartir la bendición con el Santísimo Sacramento a favor de los agonizantes. Tan pronto como sonaban las campanas, la madre de Pedro Julián, tomaba a su bebé en brazos, y se dirigía a la iglesia para recibir la bendición. Así, aun antes de la edad del discernimiento, el alma del santo creció bajo la influencia de los rayos benéficos del Sol eucarístico.
Sus biógrafos nos cuentan un hecho encantador: teniendo sólo cinco años, un día desapareció de su casa. Ciertamente los padres se angustiaron, pero su hermana Parisina –quien era además su madrina-, sospechó que podría hallarse en la iglesia. Y allí se dirigió; pero al entrar al templo no vio a nadie. Entonces se dirigió al altar mayor, y detrás del sagrario, subido a la escalinata que servía para la exposición del Santísimo Sacramento, estaba su hermanito con la cabeza apoyada contra el tabernáculo.
- Pero, ¿qué haces allí?
- Mi oración
- Y ¿qué necesidad tenías de subirte tan arriba?
- Aquí estoy más cerca de Jesús y le escucho
De niño iba tres veces al día al templo: para asistir a Misa, y dos veces para visitar al Santísimo Sacramento.
7.3. Cuando era ya miembro de los Padres Oblatos de María Inmaculada, y estaba haciendo el noviciado, cayó enfermo, por lo que los superiores lo enviaron a su casa, a la Mure. Allí agravó y entró en agonía. Pero el santo rezó así con confianza: “Señor, dame la alegría al menos de celebrar una Misa, una sola Misa, después moriré contento”. Y Dios escuchó su oración.
7.4. Cuando era coadjutor en Chatte (1834), escribió en sus notas:
“¡Feliz, eternamente feliz el que sabe convertirse en cautivo del Gran Cautivo eucarístico! Si obra sacerdotal o cristianamente, siempre obra con miras a Jesucristo sacramentado, puesto que está decretado que el amor de Dios en este mundo consiste para nosotros en el amor de Jesús Eucarístico…
Tendré dos moradas: una de trabajo, el Calvario de renuncia y crucifixión; la otra de descanso, el Sagrario del Dios de la Eucaristía. Ofreceré aquí la obra de la primera morada y recogeré nuevas órdenes y nuevas fuerzas”.
7.5. Siendo cura de Monteynard se escuchaba decir a los feligreses: “¡Qué bien celebra la Misa nuestro párroco! ¡Cuánto tiempo pasa en la iglesia y casi siempre de rodillas!... ¡Cuánto se complace en ello! ¿Os habéis fijado cómo mira el sagrario?”[35]
7.6. Cuando era director espiritual en el colegio de Belley pasó por una gran prueba espiritual. Pero se arrojó confiadamente, una vez más, en los brazos de Jesús: “Hay un gran cambio en mi vida espiritual. Ya no estoy tan alegre. Me siento inquieto, fastidiado de todo. Querría todo, y cuando ya tengo algo, siéntome disgustado… No amo nada… ¡Oh Jesús mío!, sólo vos podéis llenar mi corazón. ¡Oh recibidme una vez más …! Mi pensamiento dominante será mi Jesús en el Santísimo Sacramento”.
7.7. En una ocasión (año 1845) un sacerdote amigo le pidió que llevara el Santísimo en la procesión de Corpus Christi. Decía el santo al respecto: ‘ He tenido el insigne honor de llevar el Santísimo Sacramento en San Pablo y mi alma se ha sentido feliz. Las dos horas me han parecido un instante. He aquí lo que he prometido al Señor durante su Triunfo: desde el comienzo de este mes he sentido una gran atracción hacia Nuestro Señor. Este sentimiento me inspira en mis predicaciones, en mis direcciones: llevar a todos al conocimiento y al amor de Nuestro Señor. No predicar sino a Jesucristo y a Jesucristo en la Eucaristía”. Era aun padre marista.
Ya en esa época solía decir en sus prédicas: “Jesús está ahí; luego todos a Él”.
7.8. “El 6 de abril de 1853 el padre Mayet, gran amigo del santo, fue a visitarle a La Sayne. El P. Mayet, en un rasgo de confianza, quiso entrar en la celda del Padre Eymard; pero éste, asiéndole bruscamente del brazo y cerrándole la puerta, le dijo: ‘No se puede entrar’. Más la verdadera razón de aquella negativa era que iba con otro padre marista. Por la tarde fue el mismo padre Eymard quien, llamando al padre Mayet, le introdujo en su cuarto. ‘Le descubriré mi secreto. Mire’. La pared estaba agujereada de parte a parte. La pequeña abertura daba a la iglesia y por el agujero se contemplaba perfectamente el tabernáculo. ‘Por fin he conseguido lo que pensaba hace tanto tiempo. Únicamente por este motivo he dejado mi primitiva celda y me he establecido aquí…”[36]
7.9. En uno de sus retiros el santo añadió lo siguiente: “Y bien, la Eucaristía será para mí el retrato de vuestras virtudes, la regla de mi vida, el centro de mi corazón. Es contigo que viviré, contigo me consolaré, contigo trabajaré. Voy a establecer desde mi cuarto una corriente eléctrica de amor; desde mi habitación hacia vuestro divino tabernáculo y desde vuestro sagrado ciborio Tú dirigirás hacia mí tus gracias y tus flechas de amor y yo te las devolveré con mi corazón herido de amor”.[37]
“La Santísima Eucaristía es el fin de mi vida: fin absoluto, que encierra todos los demás fines, ya que Nuestro Señor está allí; complacerlo, amarlo, servirlo: he ahí para mi el tiempo y la eternidad. Sigo y debo seguir por todas partes a mi Maestro”.[38]
En otra ocasión: “Cada cristiano tiene una gracia particular de santidad; esa gracia llega a ser la ley, la forma y el centro de su vida; lo esencial para un cristiano es conocerla bien y serle fiel. ¿Cuál es esa gracia real de mi vida? La Eucaristía”
7.10. El santo predicó en muchas iglesias de Paris. De su prédica en san Sulpicio nos trae este testimonio una religiosa: “Nos sentíamos ufanas oyendo repetir en nuestro derredor: ‘¡Qué hermoso es cuanto dice…! ¿Quién es ese sacerdote? Jamás hemos oído hablar así acerca del Santísimo Sacramento…”[39]
7.11. Acerca de su manera de rezar. Varios testigos en la Causa de canonización hablaron con admiración sobre la actitud del santo al adorar.
El P. Audibert dice que siempre lo veía “con las manos colocadas sencillamente sobre el reclinatorio, el cuerpo muy recto, como también la cabeza, los ojos como clavados en la Sagrada Forma, sin apartarse de ella”.
Uno de sus discípulos: “Su actitud ante el Santísimo Sacramento fue siempre la de un hombre que ve”.
“Lo que más llenaba de admiración cuando se le podía sorprender, dice una sierva del Santísimo, en la mirada del hombre de Dios, era su expresión de ardiente amor. Brillaba como una llama. No era una mirada de la tierra. ¡Era algo hermoso, angelical! Sus rasgos tan puros, parecían transfigurados. ¡Era la hermosura del éxtasis!”
7.12. En su última prédica comentó así las palabras de san Juan “Sí, creemos en el amor que Dios nos tiene” (4, 16) “Creer en el amor: todo se encierra en eso. No basta creer en la verdad. Hay que creer en el amor. Y el amor es Nuestro Señor en el Santísimo Sacramento del altar. Ahí está la fe que hace amar a Jesús. Pedid esta fe pura y sencilla en la Eucaristía. Los hombres os darán la instrucción: sólo Jesús concederá el creer en Él. Venid y comulgad para tener la fortaleza de la fe, y no el contento o lo sensible de la fe: la Eucaristía es. ¿Queréis algo más?”
7.13. Ya muy enfermo, fue solicitado por un sacerdote parisino que decía tener necesidad imperiosa de hablar con él, y a pesar de que debía guardar cama, el santo lo recibió. El sacerdote en cuestión le contó que había recibido de manos de un masón una hostia, fruto de una profanación. El P. Eymard se sintió morir de tristeza. Dispuso que la comunidad dedicase toda la noche a reparar el ultraje. La hostia fue puesta en el trono de exposición, cerca de la custodia. El mismo santo pasó varias horas de adoración a pesar de su estado físico, y al otro día consumió la sagrada forma en la Misa.
7.14. Con ocasión de los funerales del santo, el P.Tesniére (futuro superior general de la congregación) pronunció el panegírico y resumió así la vida del santo:
“El que come mi carne y bebe mi sangre, mora en mí, y Yo en Él” (Jn.6, 56) Estas palabras, carísimos hermanos, me parece resumen exactísimamente la vida y las obras, el carácter y el espíritu del M.R. P. Pedro J. Eymard…
Me atrevo a afirmar que realizó ese programa de la vida perfecta de modo notable, con rara plenitud, con eminente superioridad, y lo realizó muy precisamente en las condiciones mismas propuestas por las palabras de Jesucristo.
Por la Eucaristía moró en Jesucristo y Jesucristo eucarístico resplandeció en él. La Eucaristía le santificó: su vida entera, todos sus pensamientos, todos sus esfuerzos, todas sus empresas, todas sus obras, tendieron invariablemente a la Eucaristía.
Pero, en cambio, y por una especie de consecuencia y de efecto necesario, la Eucaristía descansó en él, irradió mediante su palabra; se manifestó en su conducta; Jesús, escondido en el Sacramento, parecía haberlo escogido y preparado para manifestarse en él…”
Este artículo es simplemente una introducción al pensamiento del santo; una invitación a la lectura de sus escritos. Y así el lector podrá comprender por qué razón el Magisterio ha llamado a San Pedro Julián “Campeón de Cristo presente en el sagrario”.
“Entre los amantes insignes de la Divina Hostia, que crearon institutos y asociaciones para extender el esplendor de los ritos sagrados, adorar al augustísimo Sacramento día y noche y para desagraviar los desacatos y las injurias al mismo inferidas, obtiene el puesto principal, fuera de toda duda, el Beato Pedro Julián, fundador de los presbíteros y de las siervas del Santísimo Sacramento”.
Bibliografía:
Obras Eucarísticas. 4ª.ed. Madrid, Ed. Eucaristía,1963
Altolaguirre, Juan (SSS). El hombre que creyó. Bs.As., Ed. Eucaristía, 1963.
Brillant, Maurice. Eucaristía. Bs.As., Desclée de Brouwer, 1950.
Moraschini, Quirino y Pedrinazzi, Mondolfo. San Pietro Giuliani Eymard. Roma, Curia Generalizia Dei Padri del S.Sacramento, 1962
P.E.C. Nuñez, SSS. La spiritualité du P.Pierre-J. Eymard. Roma, Maison Generalice, 1956
Nuñez Goenaga, José.(SSS) Al servicio del amor. Madrid, Ed. Eucaristía, 1962.
Trochu, Mons.Francisco. Pedro Julián Eymard. Madrid, Ed. Eucaristía, 1949.
Troussier, Georges. El Bienaventurado Pedro J. Eymard. Paris, Saint-Paul, 1928 (2 vol.)
[1] Pío XII lo llamó "campeón de Cristo presente en el Sagrario"
[2] Canon 801
[3] "Eucharistia continet aliquid sacrum absolute, scilicet ipsum Christum" (III, 73, 1, ad 3; Cf.q.79, a.2
[4] "Summarium" I, p.308-309
[5] O.E., p.216
[6] O.E., p.128
[7] O.E., p.131
[8] O.E., p.30
[9] O.E., p.53
[10] O.E., p.59
[11] O.E., p.61; Cf. p.65
[12] O.E., p.52-55
[13] O.E., p.63
[14] O.E., p.64
[15] O.E., p.426
[16] O.E., p.56
[17] O.E., p.7
[18] O.E., p.74
[19] O.E., p.136
[20] O.E., p.142
[21] O.E., p.67
[22] O.E., p.69
[23] O.E., p.114
[24] O.E., p.117
[25] O.E., p.116
[26] El santo recomienda, p.ej, el Tratado IV de la Imitación de Cristo y las "Visitas..." de San Alfonso M. Ligorio. Nosotros recomendamos sus escritos.
[27] OE, p.11-12
[28] O.E., p.27
[29] O.E., p.4
[30] O.E., p.219-220
[31] “Era un título nuevo, de algo muy antiguo”
[32] O.E., p.265
[33] O.E., p.502 ss
[34] As, 1, VII – 1922, p.386-388
[35] Trochu, p.49
[36] Nuñez Goenaga, o.c., p.71
[37] La Div. Euch., III serie, 1ª.retraite, Vie euch., 7 jour, II medit.
[38] Ret.Roma, 5 marzo, 1ª medit.
[39] Rvda. Margarita del S.Sacramento
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