Esta es una página para difundir la Doctrina Católica. El nombre es redundante porque no existen templarios no católicos, pero dado que masones y delirantes de todos los colores han acaparado el nombre, se ha hecho necesario el adjetivo.

viernes, 2 de mayo de 2008

EL TEMPLO Y LA LITURGIA


La lámpara eucarística

Carlos Borges

En el templo silencioso, frío, inmenso, del espacio
La enlutada noche reza su rosario de diamantes,
con su manto de tinieblas, negro lúgubre, viudal,
doloridas, vacilantes,
como lágrimas piadosas por un paño funeral.
¡Oh pálidas estrellas! ¿Son los ojos de los ángeles,
o las almas de los muertos que nos miran, tristes gentes,
desterrados en aqueste fosco valle del dolor?...
¿Las aureolas de los santos, o las lámparas ardientes
de las vírgenes prudentes
aguardando soñolientas la venida del Señor?...

En el templo majestuoso, claro, inmenso, del espacio,
La radiante noche teje su guirnalda de áureas flores
Que al altar del firmamento inefable aroma dan,
Y se entreabren dulcemente con suavísimos fulgores
Los luceros tembladores,
Y es un lirio blanco Sirio, una rosa Aldebarán.
¡Oh pálidas estrellas! ¿Son las perlas de esos mares
infinitos?... ¿Son las joyas de la Virgen esparcidas?
¿O las místicas antorchas del banquete celestial?...
¿Son las luces de la patria suspirada?...¿Las ya idas
esperanzas tan queridas
que murieron en las cruces donde esplende el ideal?...

En la calma silenciosa de las noches estrelladas
La eterna magnificencia a la mente maravilla,
al espíritu amedrenta con tremenda majestad;
más que el brillo de los soles amo yo tu lucecilla,
primorosa lamparilla
que iluminas de la hostia la profunda soledad.
Siempreviva del santuario, amorosa sulamita
que compartes las tristezas del Amado que te cela
y calientas con sus rayos su albo lecho virginal.
¡Cómo envidio tu ventura, vigilante centinela,
tú que cuentas siempre en vela
los latidos inefables de su pecho paternal!...

¡Oh Jesús enamorado, tierno esposo de mi alma,
no me basta ser el cirio que en las horas de alegría
se consume en tus altares en ardiente adoración;
en tus horas de abandono quiero hacerte compañía;
haz que tenga noche y día,
como lámpara eucarística, encendido el corazón!
No me apartes, Jesús mío, de la estrella del sagrario;
vayan otros poseídos del piadoso noble anhelo
la grandeza de tus obras en el orbe a contemplar,
y a buscar para adorarte con ferviente santo celo
el inmenso altar del cielo;
¡tú me bastas, Amor mío, en el cielo del altar!...

1 comentario:

Unknown dijo...

¡Qué grato encontrar en este sitio un poema del P. Carlos Borges! Su autor tenía una dualidad misteriosa en su alma entre su vocación sacerdotal y su pasión por las mujeres y la vida bohemia. Si bien fue un sacerdote deficiente, era un gran poeta y orador sacro.