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martes, 22 de abril de 2008

ESPIRITUALIDAD EUCARÍSTICA

ESPIRITUALIDAD EUCARÍSTICA

R.P.Brian Moore


ÍNDICE
1. Naturaleza y fundamento de esta devoción
2. Ventajas
3. Fin de la institución del Santísimo Sacramento
4. Jesús Eucaristía y nuestra santificación
5. Vida de oración y Eucaristía
6. Nuestra Señora del Santísimo Sacramento
7. El Santísimo Sacramento en la vida del santo


1. Naturaleza y fundamento de esta devoción

1. Cuando hablamos de "espiritualidad eucarística" nos referimos a la modalidad específica de vivir el cristianismo teniendo como centro la Santa Eucaristía. La Santa Eucaristía como sacrificio y como sacramento. Y en este último sentido podemos considerar la santa comunión, y la presencia real en nuestros tabernáculos. En este artículo queremos hablar, sobre todo, de este último aspecto del misterio eucarístico. Y no conocemos a nadie que haya hablado de manera más bella y profunda sobre la presencia real que San Pedro Julián de Eymard.[1]
2. El santo dirige su piedad eucarística a los tres aspectos del misterio: sacrificio, comunión, presencia permanente.
El Código de Derecho Canónico decía: "En la Santísima Eucaristía, bajo las especies de pan y vino, está contenido, se ofrece y consume el mismo Jesucristo Nuestro Señor".[2]

En la jerarquía teórica y práctica de los actos eucarísticos, la Misa y la comunión ocuparán el primer lugar. Él insiste en verdad, de una manera especial, en el culto debido a la Presencia Real. Pero subordina, hace depender esta forma de culto de los dos grandes actos de la devoción eucarística. (Nuñez, p.130)
Esta jerarquía en la devoción a la Eucaristía está dada por el origen, por la naturaleza, y por los efectos de la materia considerada:
a- Origen: lo que es de institución divina es superior a lo que es de institución eclesiástica; y lo que procede de ésta última, superior a lo que es de devoción popular. Según esto la Misa y la Comunión deben tener el primer lugar en nuestra vida espiritual.
b- La naturaleza o valor intrínseco: la adoración de Cristo en la Misa es superior a la adoración privada.
c- En cuanto a la obtención de gracias (efecto): la Santa Misa ocupa el primer lugar; en cuanto a la distribución: la comunión. Aunque lo normal es que Misa y comunión vayan juntas.

Se puede decir que no es que se reserve el Santísimo Sacramento para adorarlo, sino que dado que se lo reserva (para poder administrar la comunión), se lo adora.

3. El santo utiliza frecuentemente la expresión "Persona Divina" para referirse a Nuestro Señor presente en la Eucaristía. Y ello es correcto desde el punto de vista teológico, ya que sabemos que no hay en Él persona humana. Lo que señala así el santo es el misterio del Dios escondido, anonadado. Dice Santo Tomás: "La Eucaristía contiene algo absolutamente sagrado: a Cristo mismo"[3].
El P.Tesniére en su deposición en el Proceso informativo, resumió la doctrina del santo sobre este punto: "Antes que nada y por sobre todo, él (P.Eymard) creía y enseñaba que la Eucaristía no es ni una abstracción, ni un recuerdo, ni una gracia, ni una cosa creada, por más santa, preciosa o venerable que sea; sino que es la Persona adorable de Jesucristo mismo, según el decir del Concilio de Trento "et proinde Christum totum", que es Cristo en otro estado que el de su vida terrenal o su vida gloriosa, pero el mismo Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre; personal, amante, operante "Christus aliter sed non alius"; y que en cualquier fase de su vida sacramental que se lo considere: en el altar, en la santa mesa, o en el tabernáculo, es siempre Cristo persona quien es sacerdote y víctima del sacrificio, el alimento de la comunión, el jefe de la Iglesia, el guía, el protector y el amigo del hombre, con su presencia permanente en el tabernáculo.
Pero al mismo tiempo, ese Cristo personal de la Eucaristía, es el Cristo que ha llegado al apogeo de su gloria y de su poder en el cielo, y que, si bien se anonada para hacerse víctima, alimento y compañero del hombre, ya no puede sufrir y no debe ser humillado, sino por el contrario, debe ser exaltado y reinar sobre la tierra, como reina sobre el cielo. Si Él vuelve a descender a la tierra para procurar nuestro bien, viene también para reivindicar los homenajes, deberes, honores, las compensaciones debidas a su humildad victoriosa de la muerte.
Esta idea del Cristo personal de la Eucaristía, Dios, hombre, rey, preside su doctrina. Vuelve a ella continuamente, es la piedra fundamental de su edificio; y es para servirle, ofrecerle todos los días los servicios que merece y exige esta adorable Persona del Cristo-Eucarístico, para reconocer sus derechos como para secundar su acción en el mundo, que él funda su instituto".[4]

2. Ventajas de esta devoción

1. Existe un peligro habitual en la vida espiritual, y es el de la dispersión. Siempre lo hubo y tal vez en nuestros tiempos más, por el modo de vida que llevamos. Todo lo queremos saber, ver y tocar. Y no somos capaces de detenernos a leer un texto pausadamente por que nos fatiga.
En la vida espiritual nos sucede que nos recargamos de prácticas de piedad, de devocioncillas, y el espíritu se dispersa. E incluso perdemos la paz porque nos habíamos propuesto hacer tal o cual novena, tal o cual práctica de piedad, y no la hicimos...
2. Otra dificultad en la vida de oración es la de saber cuál debe ser el misterio de la vida de Nuestro Señor al cual debo prestar más atención, cuál debe ser la materia de mis meditaciones, el objeto de mis afectos. Pues bien, para evitar esos escollos, debemos buscar un centro en el cual converjan todas las fuerzas del espíritu. Un objeto de nuestra devoción que encierre toda otra devoción. Ese objeto debe ser, a nuestro entender, la Santísima Eucaristía, el Tabernáculo.
"Nuestra devoción -dice San Pedro Julián- debe ser robusta y compacta y tender a un objeto único. ¿Por qué muchas almas piadosas no llegan a una santidad notable? Porque dividen su atención en muchas devociones. Su alma piadosa no encuentra alimento suficiente para conservar la piedad y hacerla progresar. No saben formarse un cuerpo de doctrina".[5]
3. Jesús Eucaristía debe ser el móvil de todas nuestras acciones, el objeto de nuestros pensamientos y afecciones. Cuando alguien de temple se propone llegar a ocupar un cargo, todos sus trabajos, todos sus desvelos, están orientados a conseguirlo; podrá pasar mucho tiempo, incluso años, pero él se dice: "No pararé hasta conseguirlo". Lo mismo alguien que se ha propuesto amasar fortuna. O el hombre que quiere conquistar a una mujer. Jacob sirvió 14 años para ganar a Raquel (Gen.29, 20).
Dice San Pedro Julián: "El hombre que no tenga alguna pasión no llega a nada; su vida no tiene objeto, es una vida inútil". Y por eso nos propone: "Amad la Eucaristía con un amor apasionado". [6]
Y ¿cómo apasionarse? Por la consideración frecuente, habitual de la presencia real eucarística: "Tu espíritu se quedará clavado en Nuestro Señor y tu inteligencia y tus pensamientos lo buscarán y querrán estudiarle; desearán entonces profundizar más y más las razones de su amor, a lo que sobrevendrá la admiración y el arrobamiento y se escarparán de tu corazón estas palabras: '¿Cómo responderé a tanto amor?'"
4. ¿Es mucho el amor que Cristo nos tuvo al instituir la Eucaristía? San Juan nos dice en su Evangelio que nos amó en exceso 'usque ad finem'. Para poder siquiera vislumbrar algo del amor del Sagrado Corazón, basta con pensar en los sacrificios que le costó: "Contempladle en su estado sacramental. Para llegar a nosotros de esta manera, ¡cuántos sacrificios ha tenido que imponerse desde le cenáculo!; ¡qué combates ha tenido que sostener contra las exigencias de su propia gloria sacrificando su libertad, su cuerpo, su persona, y rebajándose hasta el límite de la nada, sin condiciones de tiempo ni lugar, abandonándose así al amor como al odio de sus enemigos sin otra defensa que su propio amor!"
Para poder quedarse con nosotros Jesús tuvo que ocultar su gloria para no cegar a los hombres. Aparecer como algo inerte, encadenado a las especies eucarísticas, y por lo tanto a la voluntad humana. En la Eucaristía ni siquiera podemos contemplar la belleza inefable del Hombre Dios.
Se expuso a la incredulidad, al sacrilegio, a la ingratitud.
- Incredulidad de los paganos, protestantes, etc.; incredulidad indiferente, incredulidad burlona...
- Sacrilegio: ultrajes directos contra la Santa Hostia; comuniones en pecado mortal
- Ingratitud de sus hijos. El olvido en que lo tienen los cristianos es lo que más le duele. Sí, nuestra propia ingratitud.
"¡Cuántas razones lo disuadían de la obra que proyectaba! Pero la que más fuerza le hacía sin duda alguna, era nuestra ingratitud. ¡Qué vergüenza para su gloria tener que vivir entre los suyos como un extraño y un desconocido...!" "Ah!, en el día del Juicio no serán nuestros pecados los que nos causarán mayor espanto ni lo que más nos echará en cara porque los pecados se nos habrán perdonado para no recordarlos más. Sino que N.S.J.C. nos echará en cara el no haber correspondido a su amor."[7]
Y este amor de Jesús, que llega hasta tal extremo, hace proferir a nuestro santo en estas audaces palabras:
"Digámoslo sin rebozo: si Jesucristo no pudiera permanecer entre nosotros al mismo tiempo que entre los bienaventurados, preferiría quedarse con nosotros antes que subir al cielo sin nosotros. Está fuera de duda, como muy bien lo tiene demostrado, que prefiere el último de sus pobres redimidos a todos los esplendores de su gloria, y que son sus delicias estar con los hijos de los hombres".[8]
Y en otro lugar: "Nuestro Señor tiene corazón de madre, y antes hubiera dejado a los ángeles que a nosotros".[9]


3. Fin de la institución del Santísimo Sacramento

Al instituir la Eucaristía Jesús pensaba en: 1. su Padre; 2. en sí mismo; 3. en su Esposa; 4. en cada uno de nosotros

1. En su Padre
"La gloria de Dios: eso es lo que Jesucristo procuró mientras vivió en la tierra; y eso es lo que, en el augusto Sacramento, constituye el fin principal de todos sus deseos. Puede decirse que Jesucristo tomó el estado sacramental para seguir honrando y glorificando a su Padre".[10]
"Jesús por su estado sacramental rinde homenaje a su Padre de manera tan nueva y sublime que nunca jamás recibió otro igual de criatura alguna, ni aun pudo hasta cierto punto recibirlo tan grande del mismo Redentor aquí en la tierra. ¿En qué consiste este homenaje extraordinario? En que el rey de la gloria, revestido en el cielo de la infinita majestad y poder de Dios, inmola exteriormente en el Santísimo Sacramento, no solamente su gloria divina, como en la Encarnación, sino también su gloria humana y las cualidades gloriosas de su cuerpo resucitado.
No pudiendo honrar a su Padre, en el cielo, con el sacrificio de su gloria, Jesucristo desciende a la tierra y se encarna de nuevo sobre el altar; el Padre puede contemplarle todavía tan pobre como en Belén; aunque continúe siendo rey de cielo y tierra; tan humilde y obediente como en Nazareth; puede verle sujeto no solo a la ignominia de la cruz, sino a la más infamante de las comuniones sacrílegas y sometido a la voluntad de sus amigos profanadores..."[11]

2. En Sí mismo
Como una necesidad de su Corazón.
a- Porque era nuestro hermano: y es propio de los hermanos, como de los amigos, el querer verse, hablarse, pedirse consejo, contarse sus penas con toda simpleza...
"La Eucaristía pasa el rasero sobre todos los hombres y engendra la verdadera igualdad; fuera y aun dentro del templo hay dignidades; más en la mesa de Jesús, nuestro hermano mayor, todos somos hermanos"
b- Por ser nuestro Salvador: tanto le hemos costado que no podía dejarnos; y de nuestra parte, nos permite saldar nuestra deuda de gratitud. Honrando a Jesús en la Eucaristía, honramos a nuestro Salvador que que nos libró de las garras del demonio.
"No deja uno abandonados a aquellos a quienes ha salvado. Una vez expuesta la vida por ellos, se los ama como la propia vida, en lo cual el corazón experimenta una dicha indescriptible"
c- Por ser nuestro Mediador: "Jesucristo, quiere vivir entre nosotros y atestiguarnos en la Eucaristía su ardiente caridad, porque ve el amor infinito de su Padre celestial hacia los hombres y siente necesidad de pagarle por nosotros la deuda de amor que hemos contraído con Él".[12]

3. En su Esposa
"Jesús se quedó en la Iglesia para ser su vida, su fuerza y su gloria".
a- Su vida: Si Jesucristo hubiese dejado a la Iglesia depositaria de su verdad y sus gracias para luego irse al cielo, la Iglesia hubiese sido aquí en la tierra como una esposa enlutada que llorase inconsolable hasta hallarse en la presencia de su divino esposo. Si Cristo no se hubiese hecho Eucaristía, el culto de la Iglesia sería algo frío, inerte, vacío, como lo es el de los protestantes.
b- Su fuerza: "Por la Eucaristía la Iglesia es poderosa y fecunda". Toda la vitalidad misionera de la Iglesia se halla encerrada en el sagrario. El demonio teme a un sagrario más que a mil exorcismos.
La Santa Madre Iglesia tiene en la Eucaristía el medio de cumplir sus cargas respecto a sus hijos. "Es preciso alimentarlos y educarlos. En ellos se ha depositado un germen divino; pero hay que fomentar el desarrollo de este germen y hacer que crezca, y la Eucaristía es el medio de que se vale la Iglesia para formar a Jesucristo en sus hijos. La Eucaristía es el pan vivo que sustenta en éstos la vida sobrenatural".[13]
c- Su gloria: porque Jesucristo es rey, y la gloria del rey redunda en su esposa.
"El reino de la Eucaristía es el reinado de la Iglesia, y allí donde la Eucaristía es olvidada, la Iglesia no tiene sino hijos infieles cuya ruina no tardará en llorar".[14]

4. En cada uno de nosotros
En la necesidad que tenemos de su presencia, de que sea nuestro sostén, de poder recostar nuestra cabeza sobre su pecho. Jesús Eucaristía nos hace llevaderas todas las cruces de nuestra vida. Sin esa presencia palpable, aunque misteriosa, de nuestro Amigo, todo se hace cuesta arriba, y la vida de oración tediosa e insípida. "La razón por que hay tantas almas piadosas tristes y desanimadas en el ejercicio de las virtudes está en que se encierran en sacrificios, perdiendo la libertad de la santa dilección".[15]
Sí; Jesús pensó en mí al instituir la Eucaristía "el amor es el motivo determinante de la institución de la Eucaristía"[16]
Y el amor implica:
a- Sociedad de vida: la convivencia, es decir, que hace falta que el amado vea a su amada; el amigo a su amigo; pueda conversar con él, para que la distancia no produzca el enfriamiento de la relación.
No bastaba que Nuestro Señor pasara por la tierra, nos dejara su Palabra, nos dejara sus sacramentos; necesitábamos al Autor de los sacramentos; necesitábamos que Él estuviera entre nosotros; que nos hablara corazón a corazón.
b- Comunidad de bienes: nosotros lo único que podemos dar a Jesús son nuestras miserias...darle nuestro corazón en la santa comunión. Él no solo nos comunica sus merecimientos, sus gracias, su misma gloria... ¡se da Él mismo!
c- Unión consumada: unión perfecta de voluntades, de afectos, de sentimientos; esto se da especialmente cuando recibimos a Nuestro Señor en la santa comunión.


4. Jesús Eucaristía y nuestra santificación

Jesús es en la Eucaristía, causa ejemplar y causa eficiente de nuestra santificación.
Es causa ejemplar porque "reproduce y glorifica en ella todos los misterios y todas las virtudes de su vida mortal...la Santísima Eucaristía es Jesucristo con su pasado, presente y futuro..."[17]
"El amor que aquí tenemos es una amor actual, puesto que se dirige a Jesús vivo, presente y renovador en la Eucaristía de todos los misterios de su vida. Quien medite esos misterios en sí mismos, sin darle vida, relacionándolos con la Eucaristía, notará en su corazón, a pesar suyo, un gran vacío y sentirá cierta pena. ¡Quien los hubiera podido presenciar!, exclamará. Pero en presencia de Jesús sacramentado, ¿qué podemos echar de menos? ¿Qué más podemos desear? Todos sus misterios recobran nueva vida en el Salvador allí presente. Nuestro corazón experimenta las satisfacciones de un gozo actual. Sea que pensemos en su vida mortal o en su vida gloriosa, sabemos que Jesucristo está aquí con su cuerpo, alma y divinidad"[18] Para quien sabe mirar con los ojos del alma, a la luz de la fe, el tabernáculo es el purísimo vientre de María en la santísima Encarnación; la pobre y oscura gruta de Belén; el pacífico hogar de Nazareth; es Cafarnaum y Betania; es la dura roca del sepulcro y es el cielo de su gloria. De allí que sea para nosotros escuela de virtud. Jesucristo no practica ya las virtudes de humildad, pobreza, paciencia, porque reina inmutablemente glorioso en el Cielo, pero ha querido manifestar esas virtudes por su estado eucarístico.
"Que todo el estudio de nuestro espíritu consista en contemplar la Eucaristía, buscando en ella la norma de conducta que hemos de seguir en todas las circunstancias de la vida cristiana. En esto consiste y por este medio se conserva la vida de unión con Jesús sacramentado. De este modo llegaremos a ser eucarísticos aquí en nuestra vida y nos santificaremos según la gracia de la Eucaristía". [19]

La humildad de Jesús en la Eucaristía
Vamos a hablar solamente de una de las virtudes que nos enseña Jesús en su estado eucarístico: la santa humildad. La humildad por ser conditio sine qua non para comenzar y avanzar en el camino de perfección; porque "en el Santísimo Sacramento lo que salta a los ojos, lo que predomina sobre todo lo demás es el estado de anonadamiento". Se habla de anonadamiento porque el estado eucarístico es para Jesús un límite con la nada. En efecto, el Verbo de Dios se hace hombre, y ya en ese momento debe saltar la distancia infinita que hay entre el Creador y la creatura. Pero no sólo se hace hombre, sino que vive como el más simple de entre los hombres, y muere como el más criminal de entre ellos. Y cuando ya no parecía haber otro escalón que descender, la omnipotencia de Dios encuentra el medio de llegar al extremo de las locuras del amor: el hombre se hace materia inerte. Comprendamos bien: Jesucristo no pierde su estado glorioso, pero asume frente a nosotros este ropaje pobre y simple que son las especies eucarísticas.
En la Eucaristía el Verbo de Dios se hace silencio; la Vida del mundo, materia inerte; la Belleza que contemplan los elegidos, asume el descolorido de una hostia...
"Toda alma eucarística necesariamente tiene que llegar a ser humilde: la proximidad y el vivir habitualmente con Jesús sacramentado nos ha de hacer de tal condición que no pensemos ni obremos sino bajo la influencia de esta divinidad abatida..."[20]
San Pedro Julián nos advierte contra un concepto erróneo acerca de la humildad. Humildad no es solamente rebajarse, sentirse una nada al contemplar nuestros pecados. Humildad es también reconocer las virtudes, los dones que tenemos, pero evidentemente no como algo propio, no como obra de nuestras manos, sino como obra de Dios en nosotros, como don libérrimo de Dios. Así la Santísima Virgen, que no tuvo, que ni cometió un solo pecado, podía humillarse frente a la Bondad de Dios, cantando su Magnificat. Dice San Pedro Julián que las gracias que recibimos deber ser escalones de nuestra humildad.
Santificarse en la humildad: Cristo glorifica en el silencio del sagrario, sin moverse, sin agitarse. Nosotros debemos rezar aunque nadie nos vea; debemos cumplir nuestro deber de estado, sin ayes inútiles. El tener que hacer todos los días las mismas cosas, tiene algo de crucificante que solo Dios conoce. Para la gente que nos vea trabajar nada habrá cambiado. Pero si nosotros hacemos todo en unión con Jesús, lo ordinario pasará a ser extraordinario. El incrédulo no ve en la hostia más que un poco de pan; sin embargo...
Esta humildad será la mejor manera de atraer a la gente, y de hacer apostolado. Cristo oculta su gloria, sus grandezas, su santidad para que el hombre no tema acercarse a Él. Así lo afirma varias veces nuestro santo.
"Ese estado de Jesús (el de anonadamiento) anima y alienta nuestra debilidad. Por estar velado, podemos acercarnos a Él, hablarle y contemplarle sin temor; mientras que si apareciesen los resplandores de su gloria, nadie osaría hablar a Jesús..."[21]
"Sí; si Jesucristo se dejase ver de nosotros nos sentiríamos desgraciados; el contraste de sus virtudes y su gloria con nuestra suma imperfección nos humillaría sobremanera" [22]
Muchas almas generosas, por un celo intempestivo, en el que late un fondo de orgullo, quiebran la caña que aun podría crecer y apagan la llamita que todavía humeaba...
Por eso, imitando a Jesús eucaristía, desdibujemos nuestras facciones, nuestro yo, nuestra personita, para que Dios actúe a través de nosotros (como Dios se vale de un simple pan para darnos a su Hijo).


5. Vida de oración y Eucaristía

1. En el templo
A- Reverencia exterior: el santo que nos invita continuamente, a lo largo de sus escritos, a la intimidad con Jesús sacramentado como con un amigo, nos advierte que no por eso debemos olvidar que es nuestro Dios. Y el sentimiento de la grandeza de la majestad divina, debe exteriorizarse.
"...A Nuestro Señor le debemos respeto; es nuestra primera obligación; y este respeto debe ser espontáneo, no razonado, respeto instintivo que salga del corazón, y si no, señal que nos falta algún sentido" "En su nombre se dobla toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los infiernos. En el cielo se prosternan los ángeles ante su majestad divina y le adoran temblorosos... En la tierra todas las criaturas obedecen a Nuestro Señor; el mar se humilló bajo sus pies y le adoró. El sol y los demás astros mostraron a su manera su sentimiento y le honraron cuando los hombres le maldecían. Y en los infiernos, los condenados tiemblan bajo la justicia del severo juez de vivos y muertos". [23]
Debemos pues tener respeto sumo el Rey de reyes, y manifestar ese respeto en nuestro porte exterior.
"Debemos a Nuestro Señor Jesucristo el respeto exterior, es decir, la oración del cuerpo: nada contribuye como esto a que el alma haga bien la oración. Ved con qué religioso celo ha prescrito la Iglesia hasta los más insignificantes detalles del culto externo. Es que esa oración es muy gloriosa para Nuestro Señor Jesucristo. Él mismo nos dio ejemplo orando de rodillas y, según la tradición, con los brazos extendidos y levantados al cielo. Los apóstoles nos transmitieron este modo de orar y los sacerdotes lo emplean en el Santo Sacrificio.
¿Es que nuestro cuerpo, que recibe de Dios la vida y todos los demás beneficios que continuamente está disfrutando nada debe a su Señor? Es necesario que él también ore obligándose a tomar una postura respetuosa. La negligencia en cuanto a la disposición del cuerpo debilita la disposición del alma, mientras que una postura mortificante la fortifica y ayuda; no debéis adoptar una actitud que, por lo incómoda, os haga sufrir demasiado, pero sí una que sea realmente seria. No os permitáis nunca en la presencia de Nuestro Señor posturas familiares, porque ayudan al menosprecio. Amad, sed tiernos y afectuosos; pero nunca os permitáis ciertas familiaridades. Las arideces y la poca devoción en nuestras oraciones provienen de ordinario de la irreverencia con que solemos presentarnos delante de Dios..."[24]
Recordemos cómo el ángel de Fátima enseñó a los niños a rezar, postrándose por tierra. Nos dice Lucía respecto a la primera aparición, que el ángel "arrodillándose sobre la tierra, inclinó su frente hasta tocar el suelo". Y que ella con Francisco y Jacinta, imitaron el gesto "empujados por un movimiento sobrenatural".


B- Cómo orar
Dado que los padres sacramentinos tenían adoración perpetua, el santo supone en sus consideraciones que el Santísimo está expuesto. Pero nosotros podemos aplicar sus palabras, sin ninguna dificultad, a nuestra oración frente al sagrario.

a)- Al comenzar la oración:
· Al entrar a la iglesia hay que decir con San Bernardo a nuestras ocupaciones y preocupaciones: "Quedaos a la puerta, pues tengo necesidad de acercarme a Dios para confortar mi espíritu"
· Fijar la vista inmediatamente en el sagrario, y que nuestro espíritu vuele y lo penetre con los ojos de la fe; no nos debe importar quién está en el templo, que hacen a mi alrededor, etc.
· Permanecer unos minutos en silencio: "El silencio es la mayor demostración del respeto que se tiene, y éste la primera disposición para esa oración"[25]

b)- La oración propiamente dicha:
· Si llevamos un libro, no lo abramos enseguida, sino hablemos con Jesús como se habla con un amigo.
"Tened en cuenta que el Maestro prefiere la pobreza de nuestro corazón a los más sublimes pensamientos y afectos que os puedan prestar otros".
El libro vendrá en nuestra ayuda cuando estemos fatigados o cuando la imaginación vuele sin ton ni son.[26]
· "Comenzad todas vuestras adoraciones (visitas) por un acto de amor"
"Muchas veces os detenéis en el camino porque empezáis por vosotros mismos..." No hay que angostar el corazón con el recuento de nuestras miserias, sino expandirlo con las innumerables misericordias de Dios.
Hablemos a Jesús del amor eterno de su Padre; al Padre de los sacrificios de su Hijo... Hablemos a Jesús de su Madre, de las ternuras del Corazón Inmaculado; hablemos al Salvador de sus redimidos; de cuánto amor nos tiene...
· Tomemos como guía de nuestra oración los cuatro fines del culto. Y así:
- Adoremos a Jesús: en unión con María y José; con los ángeles, especialmente con nuestro ángel de la guarda; con los santos del cielo y los de la tierra…
- Demos gracias: “La gratitud es el acto de amor más dulce al corazón y más agradable a Dios”
Un alma eucarística no debe nunca olvidarse de dar gracias por la institución del Sacramento del amor. Dar gracias al Padre eterno por habernos dado a su Hijo, y ello por medio de su Hijo mismo. Recordemos que Eucaristía significa “acción de gracias”.
- Pidamos perdón: por nuestros pecados y por los de los demás. Pidamos perdón por nuestra frialdad, nuestra indiferencia respecto de la presencia real… “Yo creo Señor, adoro, espero y Os amo; y Os pido perdón por los que no creen, no esperan ni Os aman” (Fátima)
- Pidamos gracias: “Puede decirse que toda la fuerza y eficacia de la oración eucarística está en la impetración”
Se trata de pedir lo que el Padrenuestro nos enseña a pedir, es decir, por sobre todo, gracias espirituales. Y no sólo para nosotros, sino también por los demás. “No todos pueden predicar a Jesucristo con la palabra, ni trabajar directamente por la conversión de los pecadores y santificación de las almas; pero sí pueden todos los adoradores desempeñar… la misión apostólica de la oración…” [27]

Debemos pedir con confianza porque nuestro Mediador es Omnipotente. Podemos decir al Padre Celestial: “Dadme las gracias que necesito, cuyo precio satisfaré eternamente; sí Señor, os pagaré con Jesús sacramentado, pertenencia mía, propiedad mía, que se ha entregado a mí para que pueda negociar con Vos todo lo necesario. Todas vuestras gracias, vuestra misma gloria son inferiores, ¡oh Padre eterno!, al precio que por ellas doy”. [28]
“Por muchos y excelentes que sean los dones que Dios nos concede, siempre le podemos considerar como deudor nuestro, puesto que podemos retribuirle con Jesús que es de valor infinitamente superior a todos los beneficios divinos, incluso el mismo cielo”.


2. Fuera del templo
Para ser un alma eucarística no basta adorar a Nuestro Señor presente en el tabernáculo, solamente cuando estamos en la iglesia. De hecho no es mucho el tiempo que podemos pasar frente al tabernáculo porque debemos cumplir con nuestro deber de estado. Pero podemos adorar “en espíritu y verdad” al Santísimo sacramento, aun cuando estemos muy ocupados y muy distantes físicamente del templo. En efecto, dice nuestro santo: “Si por vuestros achaques, enfermedad o por otra causa cualquiera os encontráis imposibilitados de hacer vuestra adoración, dejad que el corazón se contriste un instante y volad con el pensamiento al lado de Jesús, uniéndoos espiritualmente a los que le adoran en esos momentos. Durante vuestros viajes, cuando estéis ocupados en trabajos o postrados en el lecho del dolor, procurad guardar mayor recogimiento y conseguiréis el mismo fruto que si hubieseis podido ir a postraros a los pies del buen Maestro”[29]
“Yo haría adoración y mi visita; pero no puedo ir a la iglesia durante el día”. Que no sea un obstáculo, porque Nuestro Señor os ve aun en vuestra casa y os oye desde su tabernáculo. Él nos ve desde el cielo…¿Por qué no habría de vernos desde la santa Hostia? Adoradle donde quiera os halléis; haréis una buena adoración de amor, y el Señor comprenderá vuestro deseo”.[30]
Para confirmar esta práctica basta en pensar en la oración enseñada por el ángel a los pastorcitos de Fátima, y que nosotros podemos decir frecuentemente durante el día: “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo Os adoro profundamente, y Os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Jesucristo, presente en todos los tabernáculos de la tierra…”



6. Nuestra Señora del Santísimo Sacramento

1. Como no podía ser de otra manera, María Santísima siempre tuvo un lugar preponderante en la espiritualidad del santo. Incluso Pedro Julián dice que la Congregación nació por inspiración de Nuestra Señora. En una visita al santuario de Fourviére, el santo tuvo esta inspiración celestial: “Nuestro Señor en su Eucaristía no tiene para glorificar su misterio de amor, ningún cuerpo religioso que haga de Él su fin y le consagre todos sus afanes. Es necesario uno”.
En el primer proyecto de regla que redactó el año 1855 decía: se distinguirán por un amor filial y una tierna piedad para con María, Madre y perfecto modelo de los adoradores de su Divino Hijo… Los religiosos se consagrarán a María, a fin de que bajo su materna dirección… se entreguen generosamente al servicio de Jesús, le rindan homenajes y se conviertan en Jesús, se inspirarán en la vida de María…honrarán especialmente, la vida eucarística de María en el Cenáculo, cuando su delicia y su vida estaban al pie del divino tabernáculo.

2. El título de “Nuestra Señora del Santísimo Sacramento” no lo usó nunca desde el púlpito, sino sólo en grupos restringidos y dirigiéndose a sus discípulos. No porque el santo no estuviera convencido de la legitimidad de dicha invocación, sino por una cuestión de prudencia.[31]
Al parecer, lo utilizó por primera vez en Toulon, el año 1856, en unos ejercicios que predicó a un grupo de damas que se preparaban a formar de parte de la futura Congregación de las Siervas del Santísimo Sacramento. En una de sus notas decía así: “Entregarme a la gloria, al servicio, al amor de Jesús Sacramentado por intermedio de Nuestra Señora del Santísimo Sacramento es entregarme y consagrarme a la obra por excelencia de Jesús y de María; es la mejor parte en la distribución de sus favores, el máximo de honor que pueda yo recibir en este mundo… Hacerme religiosa de Nuestra Señora del Santísimo Sacramento es llegar a ser hija de María, Reina y modelo de las lamas verdaderamente adoradoras”.
Tres meses antes de su muerte predicó a los novicios de Saint-Maurice, al comenzar el mes de María. En esa ocasión dijo: “Pues bien, nosotros honraremos a María bajo la advocación de Nuestra Señora del Santísimo Sacramento. Sí, digamos con amor: Nuestra Señora del Santísimo Sacramento, Madre y modelo de los adoradores, ruega por nosotros que recurrimos a Vos”.

3. Ese título dado por el santo a la Santísima Virgen comprende tres realidades:
3.1. María que proporciona la sustancia de la Eucaristía por medio de la Encarnación
“La Encarnación del Verbo en el seno de María nos anuncia la Eucaristía. Este hermoso sol de las almas, que ha de vivificar y regenerarlas, se levanta en Nazareth y llega al mediodía en la Eucaristía, que será el término del amor de Dios en la tierra. El grano de trigo divino ha sido sembrado en las castas entrañas de María. Germinará y madurará y lo molerán para hacer con él el pan eucarístico”[32]

3.2. María que vive de la Eucaristía y que la adora permanentemente. María ciertamente asistía todos los días a la Misa celebrada por San Juan y comulgaba de sus manos. Luego vivía con la Eucaristía en su pecho como un sol que irradiaba a su ser luz y calor permanentes. Y hablaba con su Jesús como lo había hecho en los nueve meses de dulce espera y en sus años de vida terrestre.
“La ocupación habitual de María consistía en adorar a su divino Hijo debajo de los velos eucarísticos, en ensalzarle por este don supremo de su amor; en unirse con Él en su estado de anonadamiento y sacrificio; en orar por la extensión de su reino y por los hijos que tanto le costaron en el Calvario. Por eso los adoradores deben honrar con un culto especial y hacer que todos honren la vida de adoración de María. Necesitan un modelo y una madre en el ejercicio de su sublime vocación. Pues la Santísima Virgen María es su modelo perfecto. Ella fue en la tierra la primera y la más perfecta adoradora de Jesús, y con sus adoraciones le dio más gloria que la que le puedan dar todos los ángeles y santos juntos”.[33]

3.3. María, Mediadora de todas las gracias, que tiene a su disposición la Eucaristía y las gracias que ella contiene.


7. El Santísimo Sacramento en la vida del santo

“Mi corazón ha amado siempre a Jesús-Hostia; nadie más ha poseído ese corazón”
(Palabras del santo pocos días antes de morir)

7.1. En el Decreto con el que se proclamó la heroicidad de sus virtudes, se lee: “Como relatan las actas jurídicas, aun antes del nacimiento del siervo de Dios se había predicho a los cónyuges Eymard que no tardarían en tener un hijo, quien no sólo proporcionaría singular gloria a su familia, sino que mucho más es, fundaría una familia religiosa, totalmente dedicada y consagrada a promover y dilatar el culto del Santísimo Sacramento. La verdad de este vaticinio quedó admirablemente probada por los acontecimientos que señalaron la primera edad y las varias subsiguientes etapas de la vida de San Pedro Julián Eymard”[34]

7.2. Toda su vida, desde el uso de razón hasta el fin de sus días, giró en torno a la Eucaristía: “En la aurora de mi razón la fe en Dios, en el Santísimo Sacramento impresionaba dulcemente, fuertemente mi alma”.

En la parroquia en que vivía el santo existía la costumbre de impartir la bendición con el Santísimo Sacramento a favor de los agonizantes. Tan pronto como sonaban las campanas, la madre de Pedro Julián, tomaba a su bebé en brazos, y se dirigía a la iglesia para recibir la bendición. Así, aun antes de la edad del discernimiento, el alma del santo creció bajo la influencia de los rayos benéficos del Sol eucarístico.

Sus biógrafos nos cuentan un hecho encantador: teniendo sólo cinco años, un día desapareció de su casa. Ciertamente los padres se angustiaron, pero su hermana Parisina –quien era además su madrina-, sospechó que podría hallarse en la iglesia. Y allí se dirigió; pero al entrar al templo no vio a nadie. Entonces se dirigió al altar mayor, y detrás del sagrario, subido a la escalinata que servía para la exposición del Santísimo Sacramento, estaba su hermanito con la cabeza apoyada contra el tabernáculo.
- Pero, ¿qué haces allí?
- Mi oración
- Y ¿qué necesidad tenías de subirte tan arriba?
- Aquí estoy más cerca de Jesús y le escucho

De niño iba tres veces al día al templo: para asistir a Misa, y dos veces para visitar al Santísimo Sacramento.

7.3. Cuando era ya miembro de los Padres Oblatos de María Inmaculada, y estaba haciendo el noviciado, cayó enfermo, por lo que los superiores lo enviaron a su casa, a la Mure. Allí agravó y entró en agonía. Pero el santo rezó así con confianza: “Señor, dame la alegría al menos de celebrar una Misa, una sola Misa, después moriré contento”. Y Dios escuchó su oración.

7.4. Cuando era coadjutor en Chatte (1834), escribió en sus notas:
“¡Feliz, eternamente feliz el que sabe convertirse en cautivo del Gran Cautivo eucarístico! Si obra sacerdotal o cristianamente, siempre obra con miras a Jesucristo sacramentado, puesto que está decretado que el amor de Dios en este mundo consiste para nosotros en el amor de Jesús Eucarístico…
Tendré dos moradas: una de trabajo, el Calvario de renuncia y crucifixión; la otra de descanso, el Sagrario del Dios de la Eucaristía. Ofreceré aquí la obra de la primera morada y recogeré nuevas órdenes y nuevas fuerzas”.

7.5. Siendo cura de Monteynard se escuchaba decir a los feligreses: “¡Qué bien celebra la Misa nuestro párroco! ¡Cuánto tiempo pasa en la iglesia y casi siempre de rodillas!... ¡Cuánto se complace en ello! ¿Os habéis fijado cómo mira el sagrario?”[35]

7.6. Cuando era director espiritual en el colegio de Belley pasó por una gran prueba espiritual. Pero se arrojó confiadamente, una vez más, en los brazos de Jesús: “Hay un gran cambio en mi vida espiritual. Ya no estoy tan alegre. Me siento inquieto, fastidiado de todo. Querría todo, y cuando ya tengo algo, siéntome disgustado… No amo nada… ¡Oh Jesús mío!, sólo vos podéis llenar mi corazón. ¡Oh recibidme una vez más …! Mi pensamiento dominante será mi Jesús en el Santísimo Sacramento”.

7.7. En una ocasión (año 1845) un sacerdote amigo le pidió que llevara el Santísimo en la procesión de Corpus Christi. Decía el santo al respecto: ‘ He tenido el insigne honor de llevar el Santísimo Sacramento en San Pablo y mi alma se ha sentido feliz. Las dos horas me han parecido un instante. He aquí lo que he prometido al Señor durante su Triunfo: desde el comienzo de este mes he sentido una gran atracción hacia Nuestro Señor. Este sentimiento me inspira en mis predicaciones, en mis direcciones: llevar a todos al conocimiento y al amor de Nuestro Señor. No predicar sino a Jesucristo y a Jesucristo en la Eucaristía”. Era aun padre marista.
Ya en esa época solía decir en sus prédicas: “Jesús está ahí; luego todos a Él”.

7.8. “El 6 de abril de 1853 el padre Mayet, gran amigo del santo, fue a visitarle a La Sayne. El P. Mayet, en un rasgo de confianza, quiso entrar en la celda del Padre Eymard; pero éste, asiéndole bruscamente del brazo y cerrándole la puerta, le dijo: ‘No se puede entrar’. Más la verdadera razón de aquella negativa era que iba con otro padre marista. Por la tarde fue el mismo padre Eymard quien, llamando al padre Mayet, le introdujo en su cuarto. ‘Le descubriré mi secreto. Mire’. La pared estaba agujereada de parte a parte. La pequeña abertura daba a la iglesia y por el agujero se contemplaba perfectamente el tabernáculo. ‘Por fin he conseguido lo que pensaba hace tanto tiempo. Únicamente por este motivo he dejado mi primitiva celda y me he establecido aquí…”[36]


7.9. En uno de sus retiros el santo añadió lo siguiente: “Y bien, la Eucaristía será para mí el retrato de vuestras virtudes, la regla de mi vida, el centro de mi corazón. Es contigo que viviré, contigo me consolaré, contigo trabajaré. Voy a establecer desde mi cuarto una corriente eléctrica de amor; desde mi habitación hacia vuestro divino tabernáculo y desde vuestro sagrado ciborio Tú dirigirás hacia mí tus gracias y tus flechas de amor y yo te las devolveré con mi corazón herido de amor”.[37]

“La Santísima Eucaristía es el fin de mi vida: fin absoluto, que encierra todos los demás fines, ya que Nuestro Señor está allí; complacerlo, amarlo, servirlo: he ahí para mi el tiempo y la eternidad. Sigo y debo seguir por todas partes a mi Maestro”.[38]

En otra ocasión: “Cada cristiano tiene una gracia particular de santidad; esa gracia llega a ser la ley, la forma y el centro de su vida; lo esencial para un cristiano es conocerla bien y serle fiel. ¿Cuál es esa gracia real de mi vida? La Eucaristía”

7.10. El santo predicó en muchas iglesias de Paris. De su prédica en san Sulpicio nos trae este testimonio una religiosa: “Nos sentíamos ufanas oyendo repetir en nuestro derredor: ‘¡Qué hermoso es cuanto dice…! ¿Quién es ese sacerdote? Jamás hemos oído hablar así acerca del Santísimo Sacramento…”[39]

7.11. Acerca de su manera de rezar. Varios testigos en la Causa de canonización hablaron con admiración sobre la actitud del santo al adorar.
El P. Audibert dice que siempre lo veía “con las manos colocadas sencillamente sobre el reclinatorio, el cuerpo muy recto, como también la cabeza, los ojos como clavados en la Sagrada Forma, sin apartarse de ella”.
Uno de sus discípulos: “Su actitud ante el Santísimo Sacramento fue siempre la de un hombre que ve”.
“Lo que más llenaba de admiración cuando se le podía sorprender, dice una sierva del Santísimo, en la mirada del hombre de Dios, era su expresión de ardiente amor. Brillaba como una llama. No era una mirada de la tierra. ¡Era algo hermoso, angelical! Sus rasgos tan puros, parecían transfigurados. ¡Era la hermosura del éxtasis!”

7.12. En su última prédica comentó así las palabras de san Juan “Sí, creemos en el amor que Dios nos tiene” (4, 16) “Creer en el amor: todo se encierra en eso. No basta creer en la verdad. Hay que creer en el amor. Y el amor es Nuestro Señor en el Santísimo Sacramento del altar. Ahí está la fe que hace amar a Jesús. Pedid esta fe pura y sencilla en la Eucaristía. Los hombres os darán la instrucción: sólo Jesús concederá el creer en Él. Venid y comulgad para tener la fortaleza de la fe, y no el contento o lo sensible de la fe: la Eucaristía es. ¿Queréis algo más?”

7.13. Ya muy enfermo, fue solicitado por un sacerdote parisino que decía tener necesidad imperiosa de hablar con él, y a pesar de que debía guardar cama, el santo lo recibió. El sacerdote en cuestión le contó que había recibido de manos de un masón una hostia, fruto de una profanación. El P. Eymard se sintió morir de tristeza. Dispuso que la comunidad dedicase toda la noche a reparar el ultraje. La hostia fue puesta en el trono de exposición, cerca de la custodia. El mismo santo pasó varias horas de adoración a pesar de su estado físico, y al otro día consumió la sagrada forma en la Misa.

7.14. Con ocasión de los funerales del santo, el P.Tesniére (futuro superior general de la congregación) pronunció el panegírico y resumió así la vida del santo:
“El que come mi carne y bebe mi sangre, mora en mí, y Yo en Él” (Jn.6, 56) Estas palabras, carísimos hermanos, me parece resumen exactísimamente la vida y las obras, el carácter y el espíritu del M.R. P. Pedro J. Eymard…
Me atrevo a afirmar que realizó ese programa de la vida perfecta de modo notable, con rara plenitud, con eminente superioridad, y lo realizó muy precisamente en las condiciones mismas propuestas por las palabras de Jesucristo.
Por la Eucaristía moró en Jesucristo y Jesucristo eucarístico resplandeció en él. La Eucaristía le santificó: su vida entera, todos sus pensamientos, todos sus esfuerzos, todas sus empresas, todas sus obras, tendieron invariablemente a la Eucaristía.
Pero, en cambio, y por una especie de consecuencia y de efecto necesario, la Eucaristía descansó en él, irradió mediante su palabra; se manifestó en su conducta; Jesús, escondido en el Sacramento, parecía haberlo escogido y preparado para manifestarse en él…”


Este artículo es simplemente una introducción al pensamiento del santo; una invitación a la lectura de sus escritos. Y así el lector podrá comprender por qué razón el Magisterio ha llamado a San Pedro Julián “Campeón de Cristo presente en el sagrario”.

“Entre los amantes insignes de la Divina Hostia, que crearon institutos y asociaciones para extender el esplendor de los ritos sagrados, adorar al augustísimo Sacramento día y noche y para desagraviar los desacatos y las injurias al mismo inferidas, obtiene el puesto principal, fuera de toda duda, el Beato Pedro Julián, fundador de los presbíteros y de las siervas del Santísimo Sacramento”.







Bibliografía:

Obras Eucarísticas. 4ª.ed. Madrid, Ed. Eucaristía,1963

Altolaguirre, Juan (SSS). El hombre que creyó. Bs.As., Ed. Eucaristía, 1963.
Brillant, Maurice. Eucaristía. Bs.As., Desclée de Brouwer, 1950.
Moraschini, Quirino y Pedrinazzi, Mondolfo. San Pietro Giuliani Eymard. Roma, Curia Generalizia Dei Padri del S.Sacramento, 1962
P.E.C. Nuñez, SSS. La spiritualité du P.Pierre-J. Eymard. Roma, Maison Generalice, 1956
Nuñez Goenaga, José.(SSS) Al servicio del amor. Madrid, Ed. Eucaristía, 1962.
Trochu, Mons.Francisco. Pedro Julián Eymard. Madrid, Ed. Eucaristía, 1949.
Troussier, Georges. El Bienaventurado Pedro J. Eymard. Paris, Saint-Paul, 1928 (2 vol.)

[1] Pío XII lo llamó "campeón de Cristo presente en el Sagrario"
[2] Canon 801
[3] "Eucharistia continet aliquid sacrum absolute, scilicet ipsum Christum" (III, 73, 1, ad 3; Cf.q.79, a.2
[4] "Summarium" I, p.308-309
[5] O.E., p.216
[6] O.E., p.128
[7] O.E., p.131
[8] O.E., p.30
[9] O.E., p.53
[10] O.E., p.59
[11] O.E., p.61; Cf. p.65
[12] O.E., p.52-55
[13] O.E., p.63
[14] O.E., p.64
[15] O.E., p.426
[16] O.E., p.56
[17] O.E., p.7
[18] O.E., p.74
[19] O.E., p.136
[20] O.E., p.142
[21] O.E., p.67
[22] O.E., p.69
[23] O.E., p.114
[24] O.E., p.117
[25] O.E., p.116
[26] El santo recomienda, p.ej, el Tratado IV de la Imitación de Cristo y las "Visitas..." de San Alfonso M. Ligorio. Nosotros recomendamos sus escritos.
[27] OE, p.11-12
[28] O.E., p.27
[29] O.E., p.4
[30] O.E., p.219-220
[31] “Era un título nuevo, de algo muy antiguo”
[32] O.E., p.265
[33] O.E., p.502 ss
[34] As, 1, VII – 1922, p.386-388
[35] Trochu, p.49
[36] Nuñez Goenaga, o.c., p.71
[37] La Div. Euch., III serie, 1ª.retraite, Vie euch., 7 jour, II medit.
[38] Ret.Roma, 5 marzo, 1ª medit.
[39] Rvda. Margarita del S.Sacramento

domingo, 20 de abril de 2008

SECCIÓN: EL HOMBRE DE DIOS

SECCIÓN: EL HOMBRE DE DIOS



¿ Por qué me hice cura?

Monseñor Jorge Monastoque Valero


No fue porque no supiera
Era porque lo sabía
Que fui joven y soy hombre
Y capaz como cualquiera
Y aquel día
En que yo lo decidía
Entendí lo que yo era
Entendí lo que yo hacía

Renunciaba yo al amor,
Con alegría
Verdad
Por algo muy superior
Que amor era y el mejor:
Renunciaba
La humana paternidad
Y escogía
La soledad

No quise llegar a casa
Y gritar:
“Jorge, Lucía”,
Y sentir brotar el día
En los rostros de azucena
De unos hijos que al besar
A su padre, a la serena
Luz de la tarde muriente
Todo lo hacen olvidar
Con un beso puro y niño
Impreso sobre la frente

De sobra me lo sabía

Que cuando a viejo llegara
Y el aldabón de mi puerta
Golpeara,
Nadie me contestaría.
En el viejo caserón
En do los que no son no son,
Sería un extraño viajero
Desolado pregonero
Recargado en su bastón
Nadie a mi encuentro saldría
La espantosa soledad
Me espantaría
Y el pobre pan familiar,
Como yo no tengo hogar,
Solo me lo comería.

Me lo sabía de memoria,
Y era verdad.
Soledad para la vidad
Y en la muerte: ¡Soledad!

Un cura es siempre
Una historia incomprendida.
El que cura fue y pastor
Los sepulcros visitaba.
Mil oraciones decía
Misas de “Requiem” cantaba,
Todas las tumbas quería.
Era un padre. Era el amor.
Cuando muerto y lo enterraron
Si algunas almas lloraron
Fueron pocas.
Las demás,
Para siempre lo olvidaron
Oh dolor, dolor, dolor!

No hay tumba más desolada
Que esa tumba
Ni un recuerdo, ni una flor.
De todos abandonada
Solo el vidrio de la helada,
Cardos, espinas, frialdad,
Derruida y entregada
A su propia soledad.

No fue porque no supiera
Era porque lo sabía!
Era porque al pobre amor
De la tierra, lo vencía
Otro amor muy superior.
Era un amor que me haría
Padre de las almas: ¡Cura!
Pastor del rebaño: guía;
Confesor de pecadores.

Levadura
La sal, la luz de la tierra.
Redentor, engendrador
De hijos de Dios e hijos míos.
Luz para todo el que yerra.
Para el huérfano: el amor.
Para los pobres: el pan
De toda amargura, antena.
De madre fiel corazón
Que llora con tanta pena,
De padre, la protección.

Y aunque el dolor me taladre,
Conseguir, sí, que las almas
Me llamen, en coro: ¡Padre!
Y en Cristo los ojos fijos
Y mustios
Los labios por el anhelo
Con los hijos de mis hijos
Y los nietos de mis nietos
De santos llenar el cielo!

Y, morir como muriera
El que conquistó mi amor.
Porque en cruz y abandonado
Muere todo redentor

No fue porque no supiera
Era porque lo sabía!

No por buscar un honor
Y huir de la vida dura;
Por amor, yo me hice cura,
Por amor!

Quien haga de mi memoria
Diga que yo decía
Que ser cura fue mi gloria
Y el ser heraldo de amor
Y el ser de la clerecía
De Cristo Nuestro Señor.

No fue porque no supiera,
Era porque lo sabía!



TEMORES EN EL FAVOR

Lope de Vega

Cuando en mis manos,
Rey eterno, os miro,
de mi atrevida indignidad me espanto,
y la piedad de vuestro pecho admiro,

tal vez el alma con temor retiro,
tal vez la doy al amoroso llanto;
que arrepentido de ofenderos tanto,
con ansias temo y con dolor suspiro.

Volved los ojos a mirarme humanos;
que por las sendas de mi error siniestras
me despeñaron pensamientos vanos.

No sean tantas las miserias nuestras
que a quien os tuvo en sus indignas manos
vos le dejéis de las divinas vuestras.



EL SACERDOTE

J. López de Ubeda
(esp. S.XVI)

Concede al sacerdote el Rey del cielo
Las llaves del poder y preminencia;
El Hijo eterno, la divina ciencia,
Y el Espíritu Santo, amor y celo.

La Virgen, humildad para en el suelo,
El gran San Juan Bautista, penitencia,
El mártir San Lorenzo, la paciencia,
Y orando San Hierónimo, consuelo.

El seráfico santo, en gran pobreza
Nunca curar de cosa transitoria,
Y San Miguel Arcángel, fortaleza.

Los confesores, en la fe victoria,
Las vírgenes le dan santa limpieza,
Y Dios por esto gracia, y después gloria.

SECCIÓN: MARÍA SANTÍSIMA

MARÍA SANTÍSIMA


LA ESTRELLA DE ORIENTE

Lope de Vega

“Reyes que venís por ellas,
no busquéis estrellas ya,
porque donde el sol está
no tienen luz las estrellas”.

Aunque por una venís,
el conocerlas ha sido
la causa por quien seguís
este sol recién nacido
que hoy adoráis y servís.

Y pues por luces tan bellas
se manifiesta el rey dellas,
yo apostaré que habéis visto
de estrella en estrella a Cristo
“reyes que venís por ellas”.

Una os trajo al sol presente,
que ventaja a todas hace,
pero admira, y justamente,
que buscando al sol que nace,
dejéis atrás el Oriente.

La estrella parada está,
con que del sol muestra da;
otra tenéis, otra os guía;
pues habéis visto a María
“no busquéis estrellas ya”.

Está la estrella divina
de Jacob junto al Sol Cristo;
por ella al Sol se camina,
y así, en habiéndola visto
se conoce y determina.
María le enseña ya
con luz que el Niño le da,
que es Sol de justicia santo,
y por eso alumbra tanto,.
“porque donde el sol está”.

Por los ojos de María
se ve a la luz celestial,
que el mismo Niño le envía,
porque es de Cristo cristal
y aurora en que nace el día.

Del cielo las luces bellas
en sus ojos pueden vellas;
los demás con sus despojos,
porque donde están sus ojos
“no tienen luz las estrellas”.



A NUESTRA SEÑORA DE LUJÁN

P. Felipe José Maqueda (1812)

A vos sagrada imagen bello hechizo,
De un corazón amante que os reverencia
Se consagra este don que por ser vuestro
Es muy justo, Señora, que a vos vuelva.

Ya no sufre mi amor que alguno ignore
Del vuestro las ternísimas finezas,
Los prodigios sin par, los grandes bienes,
Que en Luján derramáis a manos llenas.

Os quedasteis Señora (sea bendito momento tan feliz para esta tierra)
Os quedasteis aquí para ser madre
Amorosa, benigna, dulce y tierna.

La devoción robaba nuestra dicha,
Pero Vos en piedades siempre inmensa,
Santificar quisiste nuestro suelo
En él fijando vuestra residencia.

Aquí depositado habéis el alma,
Y vuestro corazón en dulce prenda
Lo habéis dado (¡dignación pasmosa!)
A vuestros pobres hijos que os veneran.

Aquí admitís benigna nuestros cultos,
Nuestros votos de amor, nuestras ofrendas,
Enjugáis compasiva nuestro llanto,
Y nos llena de honor vuestra presencia.

Aquí cual torre de David hermosa
Mil broqueles y escudos os rodean,
Que os revisten de un poder divino
En que librada está nuestra defensa.

Aquí místico pozo de aguas vivas,
Refrigeráis las almas que sedientas
De remotas regiones (¡oh prodigio!)
Vienen a Vos con ansias de beberlas.

Aquí imperáis cual Reina poderosa
(pues que así nuestra fe lo experimenta)
a las nubes del Cielo (¡quántas veces!)
y obedientes fecundan nuestra tierra.

Aquí las plagas destructoras ceden,
Cuando Vos condoléis nuestra miseria;
Vuestra bondad cual germen prodigioso
Produce frutos que nos alimentan.

Aquí los elementos obsecuentes
A vuestra voz deponen su fiereza,
Y alagando al poder que los reprime
Benéficos influjos nos dispensan.

Aquí sois Iris celestial divino,
Cuya vista agradable nos consuela;
Nube fecunda que destila bienes
Para cuantos la ven con solo verla.

Aquí, Señora, en fin vos sois el todo
De esta villa, dichosa por ser vuestra,
Vuestra por elección anticipada,
Vuestra por posesión que será eterna.

Su gratitud os hace este presente,
Perenne monumento, clara prueba
De que no sella con fatal olvido
La que le dan de amor vuestras finezas.

Y yo el más pobre, el más humilde hijo
(a Vos ¡oh Madre debo mi existencia!)
junto con este don hoy os consagro
mi alma, mi corazón y mis potencias.


Loa a Nuestra Señora

Fray Iñigo de Mendoza

De nuestra noche candela
De nuestras cuitas abrigo,
De nuestra virtud escuela,
De nuestras gracias espuela,
Freno de nuestro enemigo,
Muerte de nuestra tristeza,
Vida de nuestros placeres,
Arca de nuestra riqueza,
Fuerza de nuestra flaqueza,
Corona de las mujeres.


A LA VIRGINIDAD DE NUESTRA SEÑORA

Alonso de Ledesma

Amor, con su gran ingenio
Dijo: solo me responda
La discretísima fe,
Que es la dama a quien más toca.

¿Qué es cosa y cosa,
que pasa por el mar y no se moja?

Si mar os llama la Iglesia,
Serenísima María,
Y sol de justicia Dios,
Por vos se dice este enigma;
Y porque el ser madre y virgen
Es cosa tan peregrina,
Para que todos lo entiendan,
Estos símiles lo digan.

Como la flor olorosa
Produce la tierra misma
En los más altos collados,
Donde no cayó semilla;
Como la perla entre el nácar
El sol la congela y cría,
Cuyos bellísimos rayos
En sus conchas la visitan;
Como el sol por la vidriera,
Cuando pasa no eclipsa,
Antes queda más hermosa,
Más transparente y más limpia;
Como nace de la estrella
La luz que en su sol la envía,
Y no solo no la daña,
Más antes la purifica;
Como la niña del ojo,
Con su potencia visiva,
Concibe en sí los colores,
Quedando virgen la niña;
Como el sol, cuando se baña
En las aguas cristalinas,
Pasan sus ardientes rayos,
Sin que las aguas dividan,
Así de vos, Virgen Santa,
Nace Jesús este día,
Y por la fuente de gracia
Pasa este sol de justicia;
Y pues el hombre codicia
Naturalmente saber
Procurad, alma, aprender
Enigma tan misteriosa:
¿Qué es cosa y cosa,
que pasa por el mar y no se moja?




A NUESTRA SEÑORA

P.Calderón de la Barca

Si el instrumento de mis labios templo
Para cantaros, Virgen especiosa,
Obra de Dios tan única y dichosa,
Que sola vos de vos sois vivo ejemplo,

Enmudece la voz porque os contemplo
La Madre de Dios Hijo, la Hija hermosa
Del Padre, del Espíritu la Esposa,
Y de los tres sagrario, claustro, templo.

Toda la Trinidad os perfecciona,
Tanto que si en las tres caber pudiera
Persona cuarta, universal persona,


Vuestra deidad cuarta persona fuera;
Mas si no os pudo hacer cuarta persona,
Después de Dios os hizo la primera.


EL SANTO ROSARIO

Menéndez y Pelayo

El altar de la Virgen se ilumina,
y ante él de hinojos la devota gente
su plegaria deshoja lentamente
en la inefable calma vespertina.

Rítmica, mansa, la oración camina
con la dulce cadencia persistente
con que deshace el surtidor la fuente,
con que la brisa la hojarasca inclina.

Tú que esta amable devoción supones
monótona y cansada y no la rezas
porque siempre repite iguales sones…

Tú no entiendes de amores y tristezas:
¿qué pobre se cansó de pedir dones,
qué enamorado de decir ternezas?


SONETO DEL DULCE NOMBRE

Francisco L. Bernárdez

Si el mar que por el mundo se derrama
tuviera tanto amor como agua fría,
se llamaría, por amor, María,
y no tan solo mar, como se llama.

Si la llama que el viento desparrama,
por amor se quemara noche y día,
esta llama de amor se llamaría
María, simplemente, en vez de llama.

Pero ni el mar de amor inundaría
con sus aguas eternas otra cosa
que los ojos del ser que sufre y ama,

ni la llama de amor abrasaría,
con su energía misericordiosa,
sino el alma que llora cuando llama.

SECCIÓN: JESUCRISTO

SECCIÓN: JESUCRISTO


SONETO DE LA ENCARNACIÓN

Francisco Luis Bernárdez

Para que el alma viva en armonía
con la materia consuetudinaria
y, pagando la deuda originaria,
la noche se convierta en día;

para que a la pobreza tuya y mía
suceda una riqueza extraordinaria
y para que la muerta necesaria
se vuelva sempiterna lozanía;

Lo que no tiene iniciación empieza,
el día se transforma en noche oscura.
Lo que no tiene espacio se limita.,

se convierte en pobreza la riqueza.
El modelo de todo nos imita,
El creador se vuelve Creatura.

//////////////////

Del Verbo Divino
La Virgen preñada
Viene de camino
Si le dais posada.

San Juan de la Cruz






JESÚS

El Licenciado Dueñas
(s.XVI)

Jesús bendigo yo tu santo nombre;
Mi corazón en Ti se emplee;
Mi alma siempre te desee;
Lóete yo cuando te nombre.

Yo te confieso Dios y hombre;
Con viva fe por Ti pelee;
En tu ley santa me recree;
Sea mi gloria tu renombre.

Medite en Ti mi sentimiento;
Mi voluntad en Ti se inflame;
Contemple en Ti mi pensamiento;

De mis entrañas yo te ame;
Viva yo en Ti en todo momento;
Óyeme Tú cuando te llame.



LOS TRES LADRONES

Enrique Alvares Henao,
colomb., (1871-1914)

Época fue de grandes redenciones :
el mundo de dolor estaba henchido
y en el Gólgota, en sombras convertido,
se hallaban en sus cruces tres ladrones.

A un lado, en espantosas contorsiones,
se encontraba un ratero empedernido;
en el otro un ladrón arrepentido,
y en el medio el robador de corazones.
De luto se cubrió la vasta esfera:
Gestas, el malo, se retuerce y gime;
Dimas, el bueno, en su dolor espera.
Y el otro, el de la luenga cabellera,
que sufre, que perdona y que redime,
se robó al fin la humanidad entera.


LA CRUZ

José Almendró Aguilar
(esp.s.XVIII)


Muere Jesús del Gólgota en la cumbre
con amor perdonando a quien le hería;
siente deshecho el corazón María
del dolor en la inmensa pesadumbre.

Se aleja con pavor la muchedumbre,
cumplida la santa profecía;
tiembla la tierra, el luminar del día,
cegando a tanto horror, pierde su lumbre.

Se abren las tumbas; se desgarra el velo;
y a impulsos del amor grande y fecundo,
parece está la cruz, signo de duelo,

cerrando augusta con el pie profundo,
con la excelsa cabeza abriendo el cielo,
y con los brazos, abarcando el mundo.

SECCIÓN: EL ALMA CRISTIANA

SECCIÓN: EL ALMA CRISTIANA


PLEGARIA

Ricardo Alvarez Alba, colomb.

De esta lucha, Señor, estoy cansado,
llevo en mi corazón sangrienta herida
y mi espíritu busca atribulado
un áncora en tu amor para la vida.

No me dejes llevar la fe perdida,
dadle a mi corazón que ya ha sangrado,
una luz en la senda oscurecida
por la herida que abriera tu costado

Mírame cual miraste a Magdalena
cuando a tus plantas se postró de hinojos
y tú dijiste: estáis de gracia llena.

Los pecados de amor no dan enojos
cuando sentimos por aquellos pena
y se llenan de lágrimas los ojos.



PLEGARIA

Adelardo López de Ayala
(Español, 1828-1879)

Dame, Señor, la firme voluntad,
Compañera y sostén de la virtud:
La que sabe en el golfo hallar quietud
Y en medio de las sombras claridad.

La que trueca en tesón la veleidad
Y el ocio en perennal solicitud,
Y las ásperas fiebres en salud,
Y los torpes engaños en verdad.

Y así conseguirá mi corazón
Que los favores que a tu favor debí,
Te ofrezcan algún fruto en galardón.

Y aun Tú, Señor, conseguirás así
Que no llegue a romper mi confusión
La imagen tuya que pusiste en mí.

LEVÁNTAME, SEÑOR

Miguel de Guevara, agustino (español de Méjico, s.XVII)

Levántame, Señor, que estoy caído,
Sin amor, sin temor, sin fe, sin miedo;
Quiérome levantar, y estoyme quedo;
Yo propio lo deseo y yo lo impido.

Estoy, siendo uno solo, dividido;
A un tiempo muerto y vivo, triste y ledo;
Lo que puedo hacer, eso no puedo;
Huyo del mal y estoy en él metido.

Tan obstinado estoy en mi porfía,
Que el temor de perderme y perderte
Jamás en mi mal uso me desvía.

Tu poder y tu bondad truequen mi suerte:
Que en otros veo enmienda cada día,
Y en mí nuevos deseos de ofenderte.


HIMNO AL MESÍAS

Gabriel García Tassara
(1817-1875)

Baja otra vez al mundo
¡bajo otra vez, Mesías!
De nuevo son los días
de tu alta vocación:
y en su dolor profundo
la humanidad entera
el nuevo oriente espera
de un sol de redención.

Corrieron veinte edades
desde el supremo día
en esa cruz te veía
morir Jerusalén
y nuevas tempestades
surgieron y bramaron,
de aquellas que asolaron
el primitivo Edén.

De aquellas que le ocultan
al hombre su camino
con ciego torbellino
de culpa y expiación;
de aquellas que sepultan
en hondos cautiverios
cadáveres de imperios
que fueron y no son.

Sereno está en la esfera
el sol del firmamento;
la tierra en su cimiento
inconmovible está;
la blanca primavera
con su gentil abrazo
fecunda el gran regazo
que flor y fruto da.

Mas, ¡ay!, que de las almas
el sol yace eclipsando;
mas, ¡ay! que ha vacilado
el polo de la fe;
mas, ¡ay!, que ya tus palmas
se vuelven al desierto:
no crecen, no, en el huerto
del que tu pueblo fue.

Tiniebla es ya la Europa:
ella agotó la ciencia,
maldijo su creencia,
se apacentó con hiel;
y rota ya la copa
en que su fe bebía,
se alzaba y te decía:
“¡Señor!, yo soy Luzbel”

Mas, ¡ay!, que contra el cielo
no tiene el hombre rayo,
y en súbito desmayo
cayó de ayer a hoy;
y en son de desconsuelo,
y en llanto de impotencia,
hoy clama en tu presencia:
“Señor, tu pueblo soy”.

No es, no, la Roma atea
que entre aras derrocadas
despide a carcajadas
los dioses que se van;
es la que, humilde rea,
baja a las catacumbas,
y palpa entre las tumbas
los tiempos que vendrán.

Todo, Señor, diciendo
está los grandes días
de luto y agonías,
de muerte y orfandad;
que, del pecado horrendo
envuelta en el sudario,
pasa por un Calvario
la ciega humanidad.

Baja ¡oh Señor! No en vano
siglos y siglos vuelan;
los siglos nos revelan
con misteriosa luz
el infinito arcano
y la virtud que encierra,
trono de cielo y tierra
tu sacrosanta cruz.

Toda la historia humana,
¡Señor! está en tu nombre;
Tú fuiste Dios del hombre,
Dios de la humanidad
tu Sangre soberana
en su Calvario eterno;
tu triunfo del infierno
es su inmortalidad.

¿Quién dijo, Dios clemente,
que Tú no volverías,
y a horribles gemonías
y a eterna perdición,
condena a esta doliente
raza del ser humano
que espera de tu mano
su nueva salvación?

Sí, tu vendrás. Vencidos
serán con nuevo ejemplo
los que del santo templo
apartan a tu grey.
Vendrás y confudidos
caerán con los ateos
los nuevos fariseos
de la caduca ley.

¿Quién sabe si ahora mismo
entre alaridos tantos
de tus profetas santos
la voz no suena ya?
Ven, saca del abismo
a un pueblo moribundo;
Luzbel ha vuelto al mundo,
y Dios no volverá?

¡Señor! en tus juicios
la comprensión se abisma;
mas es siempre la misma
del Gólgota la voz.
Fatídicos auspicios
resonarán en vano;
no es el destino humano
la humanidad sin Dios.

Ya pasarán los siglos
de la tremenda prueba;
¡Ya nacerás, luz nueva
de la futura edad!
Ya huiréis ¡negros vestiglos
de los antiguos días!
Ya volverás, ¡Mesías!,
en gloria y majestad.


¿QUÉ QUIERES?

P.Calderón de la Barca

¿Qué quiero, mi Jesús?...Quiero quererte
quiero cuanto hay en mí, del todo darte
sin tener más placer que el agradarte,
sin tener más temor que el ofenderte

Quiero olvidarlo todo y conocerte;
Quiero dejarlo todo por buscarte,
Quiero perderlo todo por hallarte,
Quiero ignorarlo todo por saberte

Quiero, amable Jesús, abismarme
En ese dulce hueco de tu herida,
Y en sus divinas llamas abrasarme.

Quiero por fin, en Ti transfigurarme,
Morir a mí, para vivir tu vida,
Perderme en Ti, Jesús, y no encontrarme.


Refugio

María de S.J. Evangelista

¿Por qué, Señor, si una ilusión se muere
mansamente, escondida y silenciosa,
deshojada a mis pies como una rosa,
me acerco más a ti?

¿Por qué voy con el alma a tus altares
la paz pidiendo de tu asilo santo
si es que siento la voz de un desengaño
llorar dentro de mí?

Tus brazos busco y olvidar en ellos
ese pobre horizonte de la vida
que únicamente a respirar convida
brumosa irrealidad.

Necesito corrientes ozanadas,
otra región azul, otros amores,
y cegar en los blancos resplandores
de la pura verdad.

Sobre el edén de tu regazo quiero
reposar esta frente soñadora,
mientras la baña en celestial aurora
tu propio corazón
Así ya en las tristezas incontables
solo llamo a la herida de tu pecho,
y es mía siempre en un abrazo estrecho,
tu eterna compasión.



VANITAS VANITATUM ET OMNIA VANITAS
Julio Arboleda, colomb., 1817-1862
.....................................................
¡Oh! todo es vanidad: Dios sólo sabe
glorificar al hombre que ha creado;
puede del ancho espacio ser borrado
el orbe, al son de su palabra grave;

Mas cerneráse el Justo, como el ave
revoloteando sobre el Ponto airado,
por encima del mundo desquiciado,
en que la misma Vanidad no cabe.

Imperios, mundos, creaciones pasan,
como pasa vibrando por el campo,
sin dejar huella, el repentino lampo
de aquellos fuegos que el espacio abrasan.

Mas la virtud no muere ni se olvida;
que Dios le da su eternidad por vida.


LAS FLORES Y LA VIDA DEL HOMBRE

P.Calderón de la Barca

Estas, que fueron pompa y alegría,
despertando al albor de la mañana,
a la tarde serán lástima vana,
durmiendo en brazos de la noche fría.

Este matiz que al cielo desafía,
iris listado de oro, nieve y grana,
será escarmiento de la vida humana:
¡tanto se emprende en término de un día!

A florecer las rosas madrugaron,
y para envejecerse florecieron:
cuna y sepulcro en un botón hallaron.

Tales los hombres sus fortunas vieron;
en un día nacieron y expiraron;
que, pasados los siglos, horas fueron.


¡Ayer!¡Hoy!¡Mañana!

Diego J. de Cádiz
(esp.1743-1801)

¿Qué tengo, pobre de mí,
hoy de haber vivido ayer?
solo tengo el no tener
las horas que ayer perdí:
lo que hoy de ayer discurrí
diré mañana, si soy:
pero tan incierto estoy
de que mañana seré,
que quizás no lo diré
por haberme muerto hoy.

Si hoy me hubiera de morir,
como puede suceder,
mañana el hoy será ayer
en que acabe de vivir:
pues si esto llego a sentir
infaliblemente cierto,
¿cómo peco cuando advierto
mi vivir tan fugitivo,
que mañana, el hoy de un vivo,
puede ser ayer de un muerto?

Si en pecado ayer muriera,
me hubiera ayer condenado,
y de tan terrible estado
hoy librarme no pudiera:
que hoy en mi pecado muera
ya que ayer no sucedió,
puede ser; pues ¿cómo yo
no lloro mis culpas tierno,
si hoy me libro del infierno,
y quizás mañana no?

El hoy, ayer y mañana
son del tiempo la medida,
y la trama de esta vida
falsa, engañosa y liviana.
Pasó ayer cual sombra vana;
hoy pasa rápidamente;
mañana, incierto y ausente,
ignoro si lo tendré:
¡Oh!, ¡qué insensato seré
si no aprovecho el presente!


DEO GRATIAS

Dora Castellanos, colomb., 1924-

Por todo esto, Señor, por todo aquello;
por lo que ya me diste o no me has dado.:
el futuro, el presente y el pasado,
al igual por lo feo y por lo bello;
por el agua y por la sed; por el destello
del sol y por el Génesis creado;
por la gracia que irradia tu costado,
por los ríos que bajan de tu cuello;
por lo que me encamina o me desvía;
lo que he logrado ser, lo que no he sido;
por todo, por la noche y por el día,
por la luz que ilumina mis ideas,
por lo que falta aun y lo vivido,
Dios del eterno amor, bendito seas!


SÚPLICA A LA VIRGEN DEL ALMA ARREPENTIDA

Luis Rosales

Vuelvo a la selva del dolor nativo,
Y arrodillado ante mi sangre, muerto,
Siento volar la arena en el desierto
Del corazón efímero y cautivo

Solo en la angustia permanezco y vivo,
Sintiendo entre mi carne un bosque abierto
Donde quedó el redrojo al descubierto
Con el paso del tiempo fugitivo

De vivir descansando en la agonía
Tengo rota la sangre y sin latido,
La soledad desenclavada y yerma,

¡ciega el cristal de la memoria mía
y acuna en tu regazo el tiempo herido,
para que duerma, al fin, para que duerma!



LA ORACIÓN

Bartolomé Cairasco de Figueroa


Es la oración solícito tercero,
Que concierta los pleitos más insanos;
Es carta de favor, fiel mensajero,
Refugio, sombra, albergue de cristianos,
Dádiva que reprime al Juez severo,
Cuerda que liga las divinas manos,
Música de admirable punto y letra,
Que al mismo Dios el corazón penetra.

Es un rayo que va del suelo al cielo,
Neblí que en lo más alto hace presa,
Calor que de las almas quita el hielo,
Manjar sabroso de la empírea mesa;
De los desconsolados es consuelo,
Río caudal que rompe la represa
Que en la misericordia hizo el pecado,
Y, en fin, es un retórico abogado.


LA BUENA PALABRA

Arturo Capdevilla

Casi he rodado al fondo de la sima…
Tú que me escuchas mi enseñanza aprende:
nunca seas la espada que lastima.
Sé, tan solo, la espada que defiende.

Nunca hieras. El hombre cuando hiere,
tortuoso intento de matar delata.
Llama pura es la sangre del que muere,
humo negro la sangre del que mata.

Si te ciega el rencor, vuélvete heroico
Huye de los demás. Busca el encierro.
Y hazte en tu grave soledad de estoico
recto como una vertical de hierro.

Un agua fresca de perdón de hermano
vuelca en el oído de carbones rojos
con sus cenizas, límpiate la mano,
y lávate con lágrimas los ojos.







SONETO DE LA UNIDAD DEL ALMA

Francisco L. Bernárdez

Yo que tengo la voz desparramada,
yo que tengo el afecto dividido,
yo que sobre las cosas he vivido
siempre con la memoria derramada;

Yo que fui por la tierra desolada,
yo que fui bajo el cielo prometido
con el entendimiento repartido
y con la voluntad multiplicada;

quiero poner ahora la energía
de la memoria, del entendimiento
y de la voluntad en armonía

con la Memoria que nunca olvida
con el Entendimiento siempre atento
y con la Voluntad que no se trunca.


COBARDE LLEGO

José de Valdivieso
(esp.1560-1638)

Cobarde llego a vuestra real presencia,
Porque culpados dicen que acaricia,
Temblando, ay Dios, si la he de hallar propicia
Por ser envejecido en mi dolencia.

Llego viéndoos con brazos de indulgencia;
Temo viéndoos con vara de justicia;
Huyo de vos a vos en mi malicia,
Y apelo de vos a vos en mi sentencia.

Para que me convierta, convertidme;
Porque no huya, a vuestros pies clavadme,
Y pues herido estáis, Señor, heridme.

Oveja vuestra soy, Pastor, buscadme;
Pródigo vuelvo, Padre, recibidme,
Y pues que sois Jesús, Jesús salvadme.


PEQUÉ, SEÑOR

Luis de Góngora y Argote

Pequé, Señor, mas no porque he pecado
De tu amor y clemencia me despido;
Temo según mis culpas ser perdido,
Y espero en tu bondad ser perdonado.

Recélome, según me has esperado,
Ser por mi ingratitud aborrecido;
Y hace mi pecado más crecido
El ser tan digno Tú de ser amado.

Si no fuera por Ti, ¿de mí que fuera?
Y a mi mismo de mi, ¿quién me librara,
Si tu gracia la mano no me diera?

Mas, ¡ay! A no ser yo, ¿quién no te amara?
Y si no fueras Tú, ¿quién me sufriera?
Y a Ti, sin Ti, mi Dios, ¿quién me llevara?





EL AMOR DIVINO

Baltasar Estazo (esp. S.XVII)

Con vuestro amor, es sabio el ignorante;
sin vuestro amor, es necio el más prudente;
con vuestro amor se absuelve el delincuente;
sin vuestro amor varía el más constante.

Con vuestro amor, el rudo es elegante;
sin vuestro amor, culpable el inocente;
con vuestro amor, festivo el displicente;
sin vuestro amor, lo humilde es arrogante.

Con vuestro amor, es claro el más obscuro;
sin vuestro amor, es nada al que más sobre;
con vuestro amor, es justo el más inicuo.

Sin vuestro amor, es torpe el más puro;
con vuestro amor, es rico el más pobre;
sin vuestro amor, es pobre el que es más
rico.





LA CALUMNIA

Rubén Darío
Puede una gota de lodo
sobre un diamante caer;
puede también de este modo
su fulgor oscurecer;
pero aunque el diamante todo
se encuentre de fango lleno,
el valor que lo hace bueno
no perderá ni un instante,
y ha de ser siempre diamante
por más que lo manche el cieno.


LA PIEDAD DEL CIPRÉS

Alfonsina Storni

Viajero: este ciprés que se levanta
a un metro de tus pies y en cuya copa
un pajarillo sus amores canta,
tiene alma fina bajo dura ropa.
Él se eleva tan alto desde el suelo
por darte una visión inmaculada
pues si busca su extremo tu mirada
te tropiezas, humano, con el cielo.


PLEGARIA

Estanilao del Campo

Del mundo, en el desierto,
he cruzado, Señor, yermas llanuras:
y con el labio seco, el paso incierto,
y de polvo cubierto
por lecho solo hallé las piedras duras.

En mi viaje cansado,
no besaron mi frente frescas brisas:
soles abrazadores la han tostado,
y en suelo de cenizas,
mis huellas estampadas he dejado.

Nunca lució, Dios mío,
a mis ojos, rosado un horizonte;
siempre mi cielo me miró sombrío,
como un fantasma el monte
y como serpe enfurecida el río.

No halagaron mi oído
con su armonioso canto aves parleras;
solo con su fatídico graznido
bandadas agoreras
por sobre mí pasando, le han herido.
Ni praderas pintadas,
ni arroyos murmurantes salteadores,
ni selvas de tejidas enramadas,
ni cármenes de flores,
se ofrecieron jamás a mis miradas.

Luce ahora a mis ojos
un explendente encantador paisaje:
¡Harto he andado ya por sobre abrojos!
¡Que no sea un miraje,
yo te pido, gran Dios, puesto de hinojos!



Lamentos de las almas del Purgatorio

Romped, romped mis cadenas,
alcanzadme libertad;
¡cuán terribles son mis penas!
¡piedad, cristianos, piedad!

Una chispa que saliera
de este fuego tenebroso,
montes y mares furioso
en un punto consumiera:
ya que podéis, nuestras llamas
compasivos, apagad.

¡cuán terribles son mis penas!
¡piedad, cristianos, piedad!

Mirad que no son extraños
los que sufragios imploran:
¡Ay! son amigos y lloran
si alivio luengos años.
¿Fue por ventura fingida
nuestra primera amistad?

¡cuán terribles son mis penas!
¡piedad, cristianos, piedad!

Son tus padres, hijo querido,
quienes tu compasión reclaman
penando en horrible llama;
no nos dejes en olvido;
no las ternezas nos pagues
con desamor y crueldad,

¡cuán terribles son mis penas!
¡piedad, cristianos, piedad!

Sacrificios, oraciones,
piadosos ofrecimientos,
limosnas y sacramentos,
ayunos y humillaciones
aceptará por rescate,
de Dios la inmensa bondad.

Romped, romped mis cadenas,
alcanzadme libertad;
¡cuán terribles son mis penas!
¡piedad, cristianos, piedad!

EL DOLOR VENCIDO
Amado Nervo


Dolor, pues no me puedes quitar a Dios
¡Qué resta a tu eficacia!
"¡Dónde está tu aguijón!"
Huyen las horas,
Y entre sus alas lleva cada una
Cierta porción de tu energía negra.

¡Oh dolor, tú también eres esclavo del tiempo;
Tu potencia se va con los instantes desgranando:
Mientras que el Dios que en mí anida
Más y más agigántase, a medida
Que más le voy amando!


DOLOR, SI ACASO

Enrique González Martínez


Dolor, si por acaso a llamar a mi puerta
llegas, sé bienvenido; de par en par abierta
la dejé para que entres...
No turbarás la santa
placidez de mi espíritu...
Al contemplarte, apenas
el juvenil enjambre de mis dichas serenas
apartaráse un punto con temblorosa planta...

Entra, sé bienvenido... Te sentaré en el viejo
sitial que ya otras veces ocupaste...Un reflejo
de sol vendrá a bañarnos...Y veremos la larga
y polvorosa ruta, la que tú conociste...
Brotará de mi alma algún recuerdo triste...
asomará a mis ojos una lágrima amarga...

Luego, como al conjuro de algún viento de olvido,
la barbilla en tu báculo, te quedarás dormido.
Regresará la alegre falange bullidora
a revolver en torno y a ofrecerme mi parte
en su festín de risas...Y entonces será hora
de posar en tus hombros mi mano y despertarte.

Y te veré cruzando la tediosa avenida
que allá de tarde en tarde te trae a mi guarida,
y te me irás perdiendo por la ruta lejana,
mientras bajo la hiedra que trepa en mi ventana
me envuelve la infinita claridad de mi vida...



LA CONCIENCIA
Gaspar Nuñez de Arce

Conciencia, nunca dormida
Mudo y pertinaz testigo
Que no dejas sin castigo
Ningún crimen en la vida

La ley calla, el mundo olvida,
Mas ¿quién quebrará tu yugo?
Al Sumo Hacedor le plugo
Que a solas con el pecado
Fueses tú para el culpado
Relator, juez y verdugo.



Me marcharé, Señor, alegre o triste;
Mas resignado, cuando al fin me hieras.
Si vine al mundo porque Tú quisiste,
¿no he de partir sumiso cuando quieras?

Amado Nervo



De ir solos por la vida nos quejamos
A la contraria suerte:
Y solos nunca vamos;
Que mientras por la vida caminamos,
Siguiendo nuestros pasos va la muerte.

Federico Balart




¡Bebed!¡Reíd!¡Cantad!
la alegre mesa
rebasa de manjares y de risa
¡Bebed!¡Reíd al borde la huesa!
El gusano fatal no tiene prisa.

Federico Balart


Cuando con blanco sudario
Cubran los despojos míos…,
¡Sálveme tu escapulario
y tengan mis dedos fríos
las cuentas de tu rosario!

Federico Balart




Yo, ¿para qué nací? Para salvarme.
Que tengo que morir es infalible.
Dejar de ver a Dios y condenarme,
dura cosa es, pero posible.
¡Posible, y río, y duermo, y quiero holgarme!
¡Posible y tengo amor a lo visible!
¿Qué hago, en qué me ocupo, en qué me encanto?
O yo soy loco, o debo ser un santo.

Lope de Vega



La ciencia más consumada
es que el hombre bien acabe,
porque al fin de la jornada
aquel que se salva, sabe,
y el que no, no sabe nada.

Jorge Manrique








Lodo vil que se hace nube,
es preferible por todo,
a nube que se hace lodo:
ésta cae y aquella sube.

Rubén Darío